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Ángela Vanni. La guardiana de las travestis


En la madrugada del 7 de julio de 2020 murió la abogada Ángela Vanni, incansable defensora de los derechos de las travestis. Su partida provocó la congoja de quienes la conocieron. Ivana Tintilay y Marcelo Ernesto Ferreyra rinden homenaje a su legado recordando las experiencias que tuvieron el orgullo de vivir junto a ella.


Ángela Vanni en la entrega de Premios NEXO al cuerpo de abogados de GaysDC en la disco Diesel. A su izquierda José Luis Pizzi, y a su derecha, Fabio Alvarez Esturao. Octubre de 1995.


La noche en que Ángela Vanni y yo fuimos travestis


Por Marcelo Ernesto Ferreyra*


La histórica confrontación con la policía y los edictos policiales habían hecho inevitable y estratégico abordar las violaciones a los derechos humanos de las travestis. La organización Gays por los Derechos Civiles (GaysDC) había comprometido la dedicación exclusiva de la Dra. Ángela Vanni al tema. Como consecuencia de ese compromiso Ángela y yo tuvimos el honor de ser travestis por una noche y, por supuesto, experimentar, por esa vez y en carne propia, todos sus padecimientos.


A fines de 1995, la situación de las travestis había empeorado desde el momento en que el comisario Néstor Blanco se había hecho cargo de la Comisaría 23, ubicada en la avenida Santa Fe al 4000, en Palermo. Las denuncias de golpes, sobornos y amenazas de muerte por parte de los agentes de esa comisaría se habían multiplicado en las oficinas de GaysDC [1]. Por esa razón, el 24 de enero de 1996, las organizaciones Asociación de Travestis de la Argentina (ATA), Travestis Unidas (TU), acompañadas por GaysDC y la Comisión de Familiares de Muertos por la Violencia Policial, realizaron una manifestación frente a esa comisaría.


Paralelamente a esta situación, la represión policial había alcanzado también al resto de la comunidad LGT, que era perseguida mediante razias y detenciones en bares y discotecas. La marcha del orgullo del año 1994 ya había puesto el foco en el asunto bajo el lema Vigilemos a la Policía y fue encabezada por la imagen de un policía gigante de cartón pintado.


IV Marcha del Orgullo en Buenos Aires. 28 de junio de 1995. Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

Carlos Jáuregui, en un artículo publicado para el número 21 de la revista NX, reseñó la marcha y acusaba el impacto que la consigna había causado: Las semanas previas tuvimos sobradas pruebas de cómo había sido comentada, tanto en comisarías como en el Departamento Central de Policía y hasta en el Poder Judicial de la Nación. Decenas de personas sufrieron amenazas para que no concurrieran a la marcha". [...] "Todo daba para pensar en la posibilidad de distintos tipos de incidentes. Sin embargo, al iniciar el acto en la Plaza de Mayo, los encargados de seguridad informaron a los voceros de prensa que no había un solo policía en la Plaza ni en la Avenida de Mayo. Teniendo en cuenta los operativos desplegados en los años anteriores, algo comenzaba a oler mal en Buenos Aires”.


El cuerpo policial había decidido dejar la marcha liberada a cualquier tipo de incidentes, que afortunadamente no tuvieron lugar. De todas formas la estrategia durante la marcha, apoyada por la difusión de sus imágenes en todos los medios de comunicación, había provocado que desde el Ministerio del Interior el entonces ministro Carlos Corach se pusiera en contacto con GaysDC para solicitar una entrevista junto al viceministro Alberto Iribarne en sus oficinas de la Casa Rosada. A los cuatro días de haberse celebrado el evento Carlos Jáuregui, Ángela Vanni y yo habíamos asistido a la cita para exponer un amplio relato del hostigamiento al que nuestras diversas comunidades eran sometidas. El ministro había expresado haber impartido ordenes al jefe de la Policía de no molestar ni “detener más” a personas homosexuales ni realizar razias en lugares de exclusivo encuentro de gays, lesbianas, travestis y transexuales. Sin embargo, este mensaje parecía no haber llegado a la Comisaría 23, ni al Comisario Néstor Blanco al momento de asumir su nuevo cargo seis meses después.


Artículo del diario Crónica del 30 de junio de 1995 anunciando la reunión con el ministro Corach. En la fotografía, Ángela Vanni, Carlos Jáuregui y Marcelo Ernesto Ferreyra.

El 8 de febrero de 1996 la organización ATA, con la representación de la Dra Ángela Vanni, presentó una demanda y un hábeas corpus preventivo ante la justicia federal para denunciar los malos tratos y las detenciones ilegales que siempre estaban basadas en los edictos policiales y, que por lo general, eran declaradas nulas por fallas de procedimiento e irregularidades por parte de la policía. La demanda precisaba que cada noche aproximadamente un centenar de travestis eran arrestadas en la Capital Federal y acusaba a las comisarías 16ª y 18ª de Constitución, 23ª y 25ª de Palermo y la 50ª de Flores de ser las más represoras.


Durante la conferencia de prensa realizada por motivo de la demanda en las oficinas de GaysDC, la Dra. Vanni, María Belén Correa, Nadia Echazú y Lohana Berkins junto a otras compañeras detallaban los innumerables incidentes en los que la policía las acosaba: “Somos detenidas varias veces en la misma semana. La policía nos saca de bares, boliches, e incluso nos baja de taxis y nos amenaza de muerte”.


Artículo del diario Página12 sobre la denuncia presentada contra las detenciones sistemáticas de travestis. 9 de febrero de 1996. Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

A esta altura ninguna estrategia, ni performática ni judicial, ni de alguna otra especie parecía ser suficiente. De todas formas ya estábamos acostumbrados a eso y no era cuestión de bajar los brazos. Fue así que una vez más el 21 de marzo de 1996 ATA convoca a una nueva protesta frente a la Comisaría 23ª. Ángela Vanni, Marcelo Feldman, Carlos Jáuregui y yo acompañamos la acción representando a GaysDC. Cerca de las 19:30 hs, al grito de “!se va acabar, se va acabar, la dictadura policial!”, y con pancartas que responsabilizaban al Comisario Néstor Blanco o que decían “!basta de puño fácil!”, junto a medio centenar de travestis nos concentramos a la entrada de la seccional 23ª, frente al Jardín Botánico, cortando el tránsito. Entre las principales consignas de la protesta figuraban el rechazo “a las detenciones injustificadas, a la agresión física y psicológica y a la incriminación infundada con el consumo de drogas’ que sufrían las travestis.


Protesta frente a la comisaría 23 de Palermo, el 21 de marzo de 1996. Sosteniendo el cartel, Oscar Benítez, Marcel Ernesto Ferreyra, Lohana Berkins, Marcela Soto y María Belén Correa. Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

Luego de más o menos una hora de iniciada la demostración, Carlos Jáuregui, que para este tipo de cosas tenía experiencia y un sexto sentido, se acerca y me dice: “El ambiente está muy raro; vamos desconcentrando”. En un rápido acuerdo con Ángela y Marcelo Feldman coordinamos un operativo que tuviera como prioridad poner a salvo a las travestis. Entre los cuatro detuvimos rápidamente una banda de taxis que comenzaban a circular agradecidos por el cese del corte de calle que nuestra protesta imponía a la Avenida Santa Fe y subimos a los empujones de a cuatro o cinco compañeras a cada uno de ellos. Cuando estuvimos seguros de que ya casi todas estaban a salvo, Carlos y Marcelo Feldman subieron acompañando a las últimas que quedaban con la seguridad de que Ángela Vanni, Lohana Berkins y yo podríamos abordar otro taxi que se aproximaba. En segundos, antes de que pudiéramos hacerlo, una banda de policías vestidos de civil, pertenecientes a la Comisaría 23ª nos rodeó y a los golpes e insultos nos esposaron y nos arrastraron por dos cuadras hasta ingresar a la Comisaría.


Protesta frente a la comisaría 23 de Palermo, el 21 de marzo de 1996. Junto al cartel, Marcelo Ernesto Ferreyra y Marcelo Feldman. Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

Carlos y Marcelo Feldman, pudieron ver con horror toda la escena desde el taxi que se alejaba y apenas llegaron a las oficinas de GaysDC convocaron a la prensa para denunciar la situación, motivo por el cual varios periodistas se pusieron en contacto con la Comisaría 23ª. La denuncia corrió varios derroteros; fue presentada a través de la Federación Universitaria de la Argentina FUA ante el secretariado general con sede en Londres de Amnistía Internacional. El bloque de diputados del Frente País Solidario (FREPASO) preparó un pedido de informes al Ministro del Interior y al Jefe de la Policía Federal sobre la situación, Alejandra Sardá integrante de Lesbianas a la Vista se encargó de distribuir la noticia entre medios extranjeros de la Comunidad LGBT. Integrantes de varias organizaciones del movimiento local (en total unas 25 personas) se hicieron presentes en la comisaría junto a los abogados Marcelo Feldman y Fabio Álvarez del servicio legal de GaysDC y al abogado Pablo Rosales. Ante tanta presión l*s tres detenid*s fuimos puestos en libertad luego de 5 horas. Yo, que había sido quien mayores lesiones tenía, concurrí al Hospital de Clínicas General San Martín, para constatar las heridas. En la mañana del viernes 22, l*s tres damnificad*s presentamos una denuncia por privación ilegítima de la libertad y apremios ilegales, que recayó en el Juzgado de Instrucción 21, secretaría 158.


El domingo 24 de marzo, a veinte años del golpe militar de 1976, las agrupaciones Lesbianas a la Vista, ATA, GaysDC, Sociedad de Integración Gay Lésbica de Argentina SIGLA, Iglesia de la Comunidad Metropolitana ICM y la Biblioteca Gay Lésbica, participamos de la multitudinaria marcha en repudio de ese tremendo episodio de la historia argentina. La consigna de ATA, levantada por todos fue: "Represión Policial: La dictadura de hoy”. Al día siguiente, los organismos damnificados enviamos una carta solicitando, con carácter urgente, una entrevista con el Ministro del Interior, Dr. Carlos Corach con el objetivo de solicitar una audiencia para que las tres víctimas del atropello pudiéramos expresar personalmente quienes fueron los responsables del hecho y solicitáramos se realicen, las investigaciones administrativas correspondientes, recordando además al Ministro la entrevista mantenida en el mes de julio anterior y de la que la Dra. Vanni y yo habíamos participado y en la que el Ministro se había comprometido en evitar en el futuro ese tipo de incidentes lamentables. Nunca volvimos a saber del Ministro.


El diario Crónica, cuyos periodistas eran quienes más habían llamado a la Comisaría 23ª para pedir información titularon al día siguiente su reseña de nuestra detención “Travestis Marchan Presos”. Fue necesario esperar hasta mayo de 1997 para que el Tribunal Oral No 18 de la Capital Federal absolviera a Mónica León, Ivana Tintilay y Nadia Echazú que habían sido procesadas por haber protagonizado una batahola en la Comisaría 23ª al ser detenidas arbitrariamente el 26 de octubre de 1995. Por supuesto la Dra. Ángela Vanni había sido una de las abogadas de ese primer triunfo. Este es el triunfante desenlace de la historia que inicia Ivana en el siguiente texto.



*Arquitecto de profesión y activista feminista defensor de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos desde 1987, primero integrando la Comunidad Homosexual Argentina y luego GaysDC, y más tarde en Latinoamérica y el Caribe, siendo en ese contexto miembro Fundador at Coalición de Organizaciones LGBTTTI con trabajo en la OEA. Actualmente es miembro de Synergia Initiative for Human Rights, también es miembro de la Colectiva Asesora de Sexo y Revolución, Programa de memorias políticas feministas y sexo-genéricas de CeDInCI/UNSAM.

[1] Gays por los Derechos Civiles según su propio volante de presentación era una organización que nació el 1 de octubre de 1991 para plantear a la sociedad la situación de las libertades individuales en relación a los homosexuales.



La gran matriarca de las travestis


Por Ivana Tintilay*


Quisiera rendirle mi homenaje a Ángela Vanni, la mamá de las travestis, nuestra protectora en aquellos años difíciles de persecución sistemática y represión violenta. La única que nunca nos abandonó, la primera que nos concientizó en nuestra resistencia trans-travesti. Ella nos transmitía en sus palabras una voz de esperanza, que todo podía cambiar. Pudo calmar nuestra angustia en momentos de una búsqueda desesperada de libertad, algo que abogados anteriores intentaron hacer sin éxito. Ángela fue clave en la primera resistencia triunfante favorable hacia nuestro colectivo. Fue ella quien nos trajo estrategias para sortear la cacería policial y estatal en contra de nuestras identidades.


Corría el año 1995. Las travestis estábamos hartas de caer presas, de tanta persecución, nuestros cuerpos no daban más. Gran parte de nuestros ingresos estaban destinados a la caja chica de la policía, que pasaba a cobrarnos para darnos un poco más de aire. Era la pseudo-libertad que nos daba la coima. Y digo "pseudo" porque la caja estaba en los patrulleros, pero al rato de pagarles pasaba la brigada, a quien también le pagábamos, y al rato pasaba Moralidad, y ahí nos llevaban presas al departamento de policía. Teníamos naturalizada las coima, era el precio que había que pagar para, al menos, respirar en aquél sofoco de opresión. Y no venían respuestas de afuera, nadie nos develaba el secreto de la libertad. Era simple la cosa: sobrevivía la que tenía más plata.


Una de esas tantas noches de taconeos sobre los adoquines de Palermo, precisamente en julio de 1995, hace exactamente 25 años, vimos avanzar desde esas oscuras esquinas de luces levemente amarillentas, una moto blanca con una que venía a los alaridos. Era Claudia Pía Baudracco que atravesaba las esquinas de la zona al grito de “chicaaas, apareció una abogada! Las esperamos en el departamento para una reunión!!!”.


Y ahí fuimos todas, sin ganas ni esperanza, acostumbradas a tantas respuestas vacías. Pensábamos que no tenía sentido ir, si de todas maneras, digan lo que nos digan, íbamos a terminar presas. La cita fue en el departamento de María Belén Correa donde también vivía Claudia Pía, en Palermo. Ahí estaba sentada Ángela, que ya era parte de la agrupación GaysDC y había sido mandada por Carlos Jáuregui. Le hicimos un descargo de todos nuestros reclamos, de que estábamos hartas. Hicimos catarsis. Ella nos escuchó y concluyó enseguida: “Si el problema es que ellos con los edictos en la mano dicen que ustedes se visten de mujer, entonces hay que calzarse la camisa y los jeans y tener el DNI en la mano”. Imaginen ustedes los gritos pelados de todas. ¡Muchas trabajábamos desnudas y ahora nos venían con vestirnos de hombre! Yo, orgullosa de mi cuerpo desde siempre, estaba acostumbrada a andar desnuda en pleno invierno, sin bombacha ni corpiño, cubierta solamente con mi tapado de zorro hasta el piso, divina total. ¡Y esta me venía con jeans y camisa! Me levanté a los gritos y abandoné la reunión, mi última reunión. Me resistía a vestirme de hombre. Pero aun así, al irme, sentí algo distinto esa noche, ella no era igual al resto. Había en ella una mirada, un hablar que transmitía seguridad...


Ángela Vanni junto a sus compañeros integrantes de Gays por los Derechos Civiles en un volante de 1996 de la agrupación. Fondo Marcelo Reiseman del Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCi.

De a poco, en las noches de Palermo, comenzaron a aparecer en las calles unas pocas chicas, las primeras, caminando en jeans y zapatillas. Eran dos o tres que iban en contra del sistema de la caja chica de la cana. Los patrulleros al pasar a su lado seguían de largo. Pero el resto, seguíamos pagando un porcentaje muy alto de nuestros ingresos nocturnos. Pasó una semana y se empezaron a ver más chicas vestidas de jeans, pasaron dos semanas, y seguían aumentando, y la policía tampoco las llevaba. Las que resistíamos, a esta altura unas pocas, al ver esa libertad lograda sin plata de por medio dijimos “y bueno, habrá que salir así”. Y así lo hicimos. Pero llegó octubre, y la caja chica de los patrulleros volvía vacía a las comisarías. Y fue así como comenzó la segunda ola de cacería, dispuesta a arrasar nuevamente, atrás de nuestra plata.


La comisaría 23, en la esquina de la Avenida Santa Fe y Gurruchaga, era un palacete con grandiosas escaleras de mármol de Carrara que conducían a un subsuelo con celdas de hierro forjado. Esa riqueza arquitectónica era el sótano de nuestro infierno. Glamour y tortura. Allí, estaban las celdas individuales y una más grande con capacidad para veinte personas, donde nos metían a todas las travestis juntas. En una redada de aquella nueva etapa de arrestos, me tocó caer presa junto a la Dalma Ramallo, una belleza sexual deslumbrante que encandilaba hasta la propia policía. Nos metieron a las dos en el patrullero, y cuando entramos a la comisaría ya estaban ahí Nadia Echazú, Mónica León y Mariana Montesino, que habían sido detenidas juntas. Esa noche empezó nuevamente la resistencia. Pero ahora no solo se había acabado nuestra paciencia sino que también estábamos empoderadas por las palabras de Ángela: “ustedes son sujetas de derecho y pueden andar en pantalones, no son la escoria que les metieron desde chicas en la cabeza”. Y esa noche memorable para la historia de la resistencia trans-travesti, borrada de los relatos oficiales que se arman en los teclados de las académicas de turno, se armó un gran quilombo en la comisaría. Mónica León se abrazó a una gran maceta de yeso para evitar que la lleven a la celda, y al intentar ser arrastrada se le cae al piso y se rompe en pedazos, lo que le costó una fuerte golpiza. Nadia intervino a los golpes para defenderla arrojando a la policía los restos de lo que fue la maceta y la molieron a palos hasta dejarla sin aire. Ella ponía el cuerpo con toda su fuerza olvidando que era muy menudita y que su aguante era limitado. Ahí yo estallo de furia y comienzo a destrozar toda la comisaría con un hierro largo que sostenía un cenicero. No quedó nada en pie, y no exagero. Máquinas de escribir, computadoras, sillas, macetas, escritorios, objetos de oficina junto a papeles volaban por el aire. Me arrastraron hasta el subsuelo, me desvistieron hasta dejarme desnuda y con mis manos esposadas y los brazos hacia arriba, me colgaron de las rejas de la celda para comenzar a tirarme baldes de agua fría. La tortura se detuvo cuando llegó Ángela. Marcela Gauna, que estaba ahí detenida y que fue testigo luego en la causa, pudo asistir a toda la violencia que ejercían sobre nuestros cuerpos, y también vio nuestras respuestas. El activismo, hoy deslumbrado por la narrativa capitalista, celebra Stonewall y pasa por alto las decenas de Stonewall sudacas que las trans y travestis llevamos en nuestro ADN de lucha.


Nosotras no éramos malas ni agresivas. Eran la policía y el rechazo social y estatal que tenían la capacidad de transformarnos en violentas. Nos estaban matando a golpes, nos perseguían con saña. ¿Quién puede quedar muda y pacífica frente a tantos golpes? Había que elegir: resistencia o muerte. Pero me refiero a la verdadera resistencia, no a la actual realizada desde las redes sociales y los papers académicos. Eso no alcanza para defender nuestras vidas. En aquellas persecuciones sistemáticas de los inhumanos años 90, que nos empujaban a producir esas revueltas, Ángela siempre estuvo ahí, al pie del cañón, para defendernos. Sea la hora que sea. Su teléfono la despertaba a altas horas de la madrugada, y ella aparecía al rato en las comisarías vestida de chongo, con pantalón, camisa y saco, en un gesto sutil de resistencia irónica frente a la policía.


Artículo del diario Página12 sobre la absolución a las protagonistas de la resistencia contra el abuso policial ocurrido en la comisaría 23 de Palermo el 26 de octubre de 1995. Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

Una Ángela caída del cielo en una navidad travesti

Ella era una mujer sagaz, inteligente, una leona que nos acompañó siempre. En una oportunidad, allá por diciembre de 1995, nos defendió a la Mocha Celis y a mí, cuando fuimos a parar a la comisaría 13 luego de haber sido detenidas mientras comprábamos regalos de navidad, con jeans y el documento en la mano.


Como todos los años desde que nos hicimos amigas con la negra Mocha Celis pasaríamos juntas la fiestas. Ella vivía en una casa tomada de la calle Colpayo, en el barrio de Caballito, junto a varias chicas más. Yo, como siempre, era la encargada de comprar la bebida, así que el 22 de diciembre fui hasta la casa de la negra y le pedí que me acompañe a comprar cerveza, vino y sidra para tener todo preparado para el brindis que haríamos en su casa con el resto de las chicas. Mientras caminábamos por Primera Junta mirando las vidrieras de los negocios llenos de decoraciones navideñas, sentimos una voz en alto que venía de atrás: “Brigada! Celis vení para acá”. Yo le digo a la Mocha "cagamos negra, la policía, por favor cerrá la boca y dejá que yo arreglo todo". Ella no era diplomática, su lengua era venenosa como pocas. Me puse a hablar con la cana, que estaba de civil, y les dije que teníamos dinero, que arreglaríamos ahí, pero detenidas no íbamos a ir. Pero no hubo caso, igualmente nos metieron a la fuerza dentro del Falcon. Al principio las dos íbamos intentando gentilmente que acepten la coima. Yo les ofrecía $100 por cada una (en la época una fortuna, la coima por una noche de libertad era de $50) y nada, subí a $200 y tampoco hubo forma. Necesitaban mantener la estadística de las detenciones. Subí a $300 (una exageración) por cada una con tal de no ir presas esa nochebuena y disfrutar con nuestra familia de amigas. Pero el policía hijo de yuta giró la cabeza, nos miró fijo y bien decidido nos dijo que no. La Mocha, que se venía mordiendo la lengua, saltó con toda su rabia travesti y su lengua de yarará gritando “pedazo de mierda bien que te vas a Villa Madero a hacerte coger por todas nosotras, chupa pijaaa!!!” Y ahí se nos vino la noche. El jefe de Brigada se dio vuelta, y se metió entre medio de nosotras dos, en el asiento trasero, y empezó a darle trompadas a la Mocha, que gritaba como si la estuvieran matando. Yo acomodé bien la espalda contra el asiento y de una patada tan fuerte en el pecho tiré al policía encima del que iba manejando. El auto perdió el control haciendo que casi chocáramos contra un edificio. Cuando los civiles se bajaron del coche nos empezaron a dar palizas violentas en la calle frente a la indiferencia de la gente que solo se limitaba a asistir al espectáculo. La Mocha gritaba pidiendo auxilio y yo mudita recibía patadas y trompadas. A los minutos aparecen dos patrulleros más y al ver tantos policías, yo entré en desesperación y del pánico logré salir corriendo y tirarme frente a un colectivo que logró frenar a tiempo, justo sobre mi cabeza. La policía cortó la avenida, las personas se seguían amontonando, mudas, morbosas, para mirar. La negra lloraba y pedía por favor que dejen de golpearla. Algunas pocas personas, creyendo que éramos mujeres cis, se apiadaron y le pedían a los policías que no nos golpearan. Pero cuando un policía les gritó “no son mujeres, son travestis, son hombres!!!”, l*s que hasta hacía segundos pedían que dejarán de golpearnos, empezaron a gritar que nos mataran por putos. Fuimos esposadas y tiradas dentro del Falcón nuevamente en medio de los aplausos de los vecinos y vecinas. Y de ahí fuimos derechito a la comisaría 13. Aquí es donde entra nuevamente en escena nuestra Ángela, que logró sacarnos de ese infierno el 24, ya entrando la noche. Al salir fuimos a la casa de la Mocha donde nos esperaban nuestras amigas Silvana la tránsito, Natalia la bruja, la negra Zaima, Jenny la pelada, la Lorena, la Seca, la Teté, la Sulca y la Pocahontas. Todas preparando la cena para la Navidad de aquel 1995, que solo fue posible gracias al accionar de nuestra Ángela.


Al año siguiente, en agosto del 96, la matan a la Mocha, y nuevamente Ángela se presenta. Esta vez en la comisaría 50, donde estábamos diez amigas reclamando justicia por el asesinato. Al rato cayó Nadia Echazú con treinta chicas del hotel de la calle Honduras.



Tu memoria jamás será borrada


A partir del asesinato de la Mocha yo empecé a entrar en un estado de paranoia y decidí encerrarme en mi casa para trabajar mediante avisos en los clasificados del diario. En abril del 2000, la policía de la comisaría 31 envalentonada porque yo no les pagaba, me allana el departamento por orden de un juez y me lo revientan. Ángela, como siempre, salió a defenderme en esa causa que me armaron por proxenetismo, donde nunca pudieron probar nada y caducó. Guardo en mi archivo la documentación de cuando reventaron mi casita y de las compañías de Ángela cuando yo caía en garras de la policía, a quien yo le tenía terror.


Ángela me armó el pedido para salir del país, rumbo al exilio. Ella se retiró a fines de los años 90 del activismo. En 2017, cuando la llamo para invitarla a la muestra del Archivo de la Memoria Trans, ella empezó a ser visibilizada nuevamente. Yo nunca perdí el contacto con ella, aún jubilada, siempre me cobijó. Nuestro último proyecto juntas fue trabajar en el nuevo armado de un proyecto de reparación y reconocimiento del error de estado. Al no tener sustento documental, los proyectos anteriores para comprobar fehacientemente nuestros padecimientos nunca sirvieron para probar el error de estado. Cuando en 2019 empiezo a investigar el por qué del fracaso de esos proyectos, la llamé a Ángela para que me ayude a reconstruir la verdadera historia. Y ella estaba contenta de volver a agarrar la antorcha de la defensa trans-travesti.

Es triste ver como hoy el activismo no sabe, no comparte ni le interesa nada de nuestro pasado de dolor, no difunden el legado que nos dejó Ángela, no informan sobre quién fue Ángela. Esto invita a la reflexión y nos interpela: ¿Qué pasa con nuestra lucha y hacia dónde va? Si no reconocemos el pasado, si no entendemos cómo fue la gestación de las primeras resistencias, nos vamos en picada al abismo. L*s jóvenes tienen que tener incorporado quiénes fueron las ancestras guerreras de nuestras luchas. Ángela cayó en la bolsa de las próceres olvidadas, como Mariela Muñoz, Nadia Echazú, Kenny de Michelis, Karina Urbina, Perica Burrometo, Mónica Ramos, Débora Singer, la Bubú del Tigre, Rosita la Salvaje y tantísimas otras que han puesto el cuerpo y la vida.


Ángela fue una verdadera defensora de los derechos de nuestras vidas y de nuestro movimiento, pero hoy pasa desapercibida. Mientras yo esté viva, querida Ángela, me encargaré de que tu memoria no sea condenada a la oscuridad del silencio.

Adiós querida Ángela, fuiste la matriarca de nuestras vidas. Adiós querida mamá.


*Trabajadora sexual y archivista del movimiento trans-travesti.




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Cómo citar estos artículos


Ferreyra, Marcelo Ernesto. La noche en que Ángela Vanni y yo fuimos travestis. En Ángela Vanni. La guardiana de las travestis.

Moléculas Malucas, julio de 2020.

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Tintilay, Ivana. La gran matriarca de las travestis. En Ángela Vanni. La guardiana de las travestis.

Moléculas Malucas, julio de 2020.

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