Memorias de un debate en La Plata sobre la represión sexual
Este artículo reconstruye el clima de época de un debate llevado a cabo el 17 de mayo de 1984 en el salón de actos de la Facultad de Bellas Artes de La Plata. La charla contó como principales orador*s a Ruth Mary Kelly y a Marcelo Benítez. Para amb*s protagonistas este encuentro implicó una oportunidad que no fue desaprovechada para dialogar sobre la represión a las prácticas sexuales por fuera de las normas.
Por Mabel Bellucci y Juan Queiroz
En la Argentina, la derrota de la guerra de las Malvinas, en junio de 1982, aceleró el final de una prolongada noche de terror y muerte. Luego del derrumbe de la dictadura cívico militar y el retorno de la democracia, en diciembre de 1983, los organismos de Derechos Humanos ocuparon un lugar protagónico que diseñó la política de esa década. La ausencia del Terrorismo de Estado se les presentaba como un momento óptimo para reconstituir las urgencias políticas con una significativa participación en el espacio público y privado. Hasta esa época, pese a los efectos devastadores de los años anteriores, un ciclo de reorganización económica, social y cultural suscitó enormes expectativas en el país. La noción de democracia iba de la mano con la de derechos humanos, conciencia sumamente ajena a la retórica de la década anterior.
Aun así, la vigencia vital del aparato represivo policial heredado provocaba un clima de intimidación a las entonces llamadas minorías sexuales, que eran perseguidas con saña por la División Moralidad de la Policía Federal. Homosexuales, lesbianas, travestis y prostitutas eran víctimas de un hostigamiento sistemático y las razias que irrumpían en calles y lugares de encuentro continuaban siendo moneda corriente. Ya en los dos últimos años de la dictadura, un puñado de militantes homosexuales y lesbianas comenzaron a pensar y articular estrategias de acción aun dentro del panorama de terror en que vivían. Tal es el caso de la militante lesbiana Elena Napolitano, quien por las noches repartía de mano en mano por las calles céntricas de Buenos Aires la “Carta de Persona a Persona”, un texto suyo donde comunicaba y denunciaba entre otras cosas:
"[...] un grupo de personas gay, cansados de la suerte que arbitrariamente nos echaron encima, estamos tratando de organizar un movimiento de liberación. La organización consiste en empezar otra vez a juntarnos, concientizarnos: empezar otra vez a comprometernos con lo que somos y a reclamar lo que nos pertenece: el derecho a vivir como hemos elegido sin persecuciones de ningún tipo. […] Porque ahora mismo hay un hombre gay encarcelado 21 días y cada día violado por todos sus compañeros de encierro. Hay una lesbiana a quien se están cogiendo en una comisaría. Hay un chico de 17 años que tiene miedo y pide perdón" [1].
Al hablar de "movimiento", Napolitano se refería al incipiente Movimiento Guey por la Liberación, luego Coordinadora de Grupos Gays, que pudo salir a la luz tímidamente unos poco meses antes del retorno de la democracia. Esta coordinadora congregaba a las minúsculas agrupaciones de ese momento, algunas de ellas surgidas en la clandestinidad en Buenos Aires en 1982 [2].
El reclamo constante de las minorías sexuales de la época se centraba en poner fin a las razias, los edictos policiales y la Ley de Averiguación de Antecedentes. No obstante, hacia abril de 1984, el activismo entró en un proceso de distensión por considerar que el clima represivo había menguando. Fue un corto respiro. Luego del breve impasse, las fuerzas policiales tomaron ímpetu y salieron al ruedo y a la caza. Así fue como el 8 de abril de ese año una razia irrumpió en el bar Balvanera, llevando a cincuenta homosexuales detenidos que fueron forzados a subir a los celulares estacionados en la puerta del local. Este episodio, sumado a una serie de detenciones arbitrarias, colmó la paciencia militante e impulsó a integrantes de la recién disuelta Coordinadora de Grupos Gays a convocar para el 16 de abril de 1984 a una asamblea abierta en la discoteca porteña gay Contramano. Ese día nació la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que el 28 de mayo de 1984, publicó en el diario Clarín su primera solicitada bajo el lema “Con discriminación y represión no hay democracia”.
Al abrir la caja de Pandora las minorías sexuales no corrían la misma suerte que los feminismos, que registraban una explosión a lo largo de América Latina y el Caribe. En Occidente estos movimientos ensanchaban sus fronteras como pocas veces en su historia. Sus debates intervenían en medios de comunicación propios y ajenos a nivel nacional e internacional. En Buenos Aires, con una presencia activista, el feminismo argentino había organizado para el 8 de marzo de 1984 la primera movilización por el Día Internacional de la Mujer que se conmemoraba en democracia [3]. Por otra parte, militantes polític*s, sociales, gremiales, estudiantiles y de organizaciones político armadas retornaron de sus exilios forzosos al mismo tiempo que l*s que resistieron desde el insilio comenzaron a salir de sus refugios.
El Porteño, una revista abierta a las voces de l*s oprimid*s
En enero de 1982 salió a la calle el primer número de la revista El Porteño, un bastión de la resistencia cultural para hacer frente al terrorismo de la dictadura. A partir de ese momento, esta publicación abordó y denunció temas que el resto de las publicaciones omitían. Así, entre otras cosas, El Porteño brindaba espacio a las voces que no encontraban lugar en otras publicaciones masivas y también catalizaba las polémicas internas entre los grupos homosexuales cuyos enfrentamientos quedaron plasmados en artículos y cartas de lectores de tono virulento.
En abril de 1984, la revista publicó una investigación titulada La Represión a la Sexualidad en Argentina, escrita por Marcelo Benítez, histórico militante del Frente de Liberación Homosexual. No había duda de que este artículo no pasaría desapercibido y que provocaría un significativo interés [4]. Al mes siguiente, mientras el presidente Raúl Alfonsín se esmeraba en anunciar garantías institucionales donde la libertad y el respeto por los derechos humanos serían finalmente el reaseguro de su administración, su ministro del Interior, Antonio Tróccoli, hacía declaraciones homofóbicas en una entrevista para El Porteño realizada por el periodista Enrique Symns. Allí, el ministro se pronunciaba sobre las detenciones de homosexuales: “si la Policía ha actuado es porque existieron exhibiciones o actitudes que comprometen públicamente las reglas del juego de una sociedad que quiere ser preservada de manifestaciones de este tipo. De manera que no hay persecución, por el contrario, hay que tratarla como una enfermedad” [5]. Las palabras de Tróccoli daban cuenta de que el germen represor seguía vigente en muchos estamentos políticos de la Argentina de ese entonces.
Los derechos humanos en la ciudad de las diagonales
En La Plata, apodada la "Ciudad de las diagonales" debido a su particular trazado urbano, se encontraba la mítica librería Libraco, de Emilio Pernas y Teddy Pelayo [6]. Era un local largo y estrecho ubicado en la entrada de una galería oscura de la calle 6 entre 44 y 45. Por una pequeña escalera se accedía a un altillo con un diván, libros y un tocadiscos [7]. Pernas, periodista de convicciones socialistas y dueño de un gran bagaje cultural, era el clásico librero autodidacta que ponía sus consejos a disposición de quienes los visitaban. En años de la dictadura fundó el Centro Cultural José Luis Romero, un ámbito de encuentro casi clandestino donde asistían platenses apremiad*s por el debate y la discusión. Tanto un espacio como el otro significaron refugios de vitalidad cultural y fueron por excelencia terreno de las izquierdas más politizadas que concurrían para conversar sobre literatura y debatir política.
Uno de los ejemplares de El Porteño, con el artículo de Benítez y la entrevista al ministro Tróccoli, llegó a manos de Morris Tidball-Binz, un joven empleado y responsable cultural de Libraco [8]. Movilizado por un profundo interés, Morris propuso organizar en el Centro Romero una actividad sobre la represión a la sexualidad en Argentina. Con el aval incondicional de Pernas, Morris invitó como orador*s a Marcelo Benítez y a la profesional del sexo Ruth Mary Kelly, a quien había conocido en La Boca mientras visitaba a sus conocid*s del movimiento anarquista. Se necesitó de poca organización, solo unas sillas y una mesa, y se convocó a jóvenes vinculad*s a los organismos de derechos humanos. En la memoria de Tidball-Binz:
Yo estudiaba medicina en La Plata y era docente alumno. Mantenía una actividad casi sindical en la facultad y estaba muy metido en el movimiento de derechos humanos. En aquellos años de "destape" mucho se hablaba y denunciaba (justamente) sobre la represión política sufrida por activistas políticos en la Argentina, pero poco y nada sobre otros grupos victimados y perseguidos por su identidad o actividad sexual. Por una sencilla razón de coherencia me parecía necesario ayudar a visibilizar esa realidad y ofrecer espacios a representantes de dichos grupos para dar a conocer la misma y generar así debates a su favor frente a sectores "progresistas" que poco se preocupaban por estas materias. Emilio Pernas compartía conmigo la visión abierta de que también existían otras víctimas de los de derechos humanos. Cuando yo le plantee la idea de invitar a gente que pudiese compartir la visión del movimiento gay como víctima de la represión él estuvo muy de acuerdo.
[ver folleto del Centro Cultural José Luis Romero]
El encuentro realizado en el Centro Romero fue el trampolín para otra charla que, a las apuradas y con dificultades, Morris organizó para el 17 de mayo de 1984 en el salón de actos de la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Bajo el nombre “La represión sexual en Argentina”, el evento fue convocado por el Centro de Estudiantes de Bellas Artes de la Universidad de La Plata y auspiciado por las revistas El Porteño y Cerdos y Peces, dirigidas por Gabriel Levinas y Enrique Symns respectivamente.
Las actividades sobre derechos humanos resultaban prioritarias en el movimiento estudiantil de La Plata y el Centro de Estudiantes de la Facultad de Bellas Artes era uno de los más implicados en la cuestión. Aun así, Tidball-Binz tuvo que insistir y defender la propuesta debido a que ésta generaba una fuerte oposición. Según recuerda:
Lo que yo intentaba era crear un debate, porque me parecía muy importante escuchar y luego iniciar un diálogo sobre la inclusión de los otros sectores victimados por la dictadura y por la sociedad represora argentina. No todo el mundo estaba de acuerdo, para nada, pero finalmente primó la razón de que efectivamente había que darle un espacio a esas otras víctimas que no eran necesariamente de la militancia partidaria o por razones políticas. Eran también años de muchísimo temor en torno a la pandemia del hiv-sida y a mí me interesaba no solo desde el punto de vista médico sino también desde el punto de los derechos humanos. Haciendo guardias médicas yo veía la terrible discriminación contra las personas diagnosticadas hiv positivo, que, en general, recibían un muy mal trato, algo inaceptable, por eso me pareció importante incorporar esta dimensión en la charla.
Morris no solo coordinó el debate sino también diseñó el afiche en su casa y se encargó de pegarlo en las paredes de las facultades. A diferencia del pequeño encuentro en el Romero, esta vez la charla convocó a más de 500 personas. Acompañaban a Ruth Mary Kelly y a Marcelo Benítez el médico y sexólogo Ricardo Leschot, cuyas teorías en torno al hiv/sida generaban fuertes polémicas en la época. Enrique Symns y el escritor Oscar Hermes Villordo, que habían sido convocados a disertar, finalmente no pudieron concurrir. Sobre la charla, Marcelo Benítez rememora:
Ese día Ruth y yo fuimos juntos hasta La Plata en micro. Nos recibió Morris, que era un bombonazo con cara de angelito pero que se expresaba con una postura firme y rotunda sobre los derechos humanos, tema con el que estaba muy comprometido. Él fue un milagro inesperado por su compromiso con la lucha homosexual y la de las trabajadoras sexuales en una época en que la mayoría de los heterosexuales, que se la daban de progres, en el fondo eran homofóbicos y no les importábamos nada. La charla desbordó el salón de actos, con gente parada al fondo, algo muy emocionante. Ricardo Leschot llegó tardísimo y habló sobre sus teorías rarísimas sobre el sida. Poco antes de empezar la charla hubo una llamada telefónica de un grupo de derecha amenazando de bomba, pero Ruth, que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pidió que no les demos bola y todo siguió de lo más bien.
Morris tiene presente a Ruth como una mujer muy excéntrica, inteligente, pero muy golpeada por la vida, “y esos golpes los reflejaba en ciertos aspectos de su personalidad. Ella descubrió una veta para esos años como abanderada de las trabajadoras del sexo. Por momentos se hacía vocera de ese movimiento, pero a veces no era consecuente con las necesidades de estar presente en ciertos espacios, ella iba y venía. Tenía muchas crisis y unas depresiones tremendas, entonces pasaban dos o tres semanas donde no aparecía y perdía oportunidades. En la charla en La Plata demostró lo brillante que era”.
Frente a un salón de actos repleto y expectante, la intervención de Ruth Mary Kelly irrumpió con la potencia y luminosidad de un fuego de artificio. En palabras de Benítez:
Cuando le tocó el turno a Ruth, agarró el micrófono, se presentó como “profesional del sexo” y mirando al público dijo enfática: “todos ustedes, todos los presentes aquí, mujeres y hombres, si trabajan, se prostituyen. La secretaria se prostituye, el empleado se prostituye, el cadete se prostituye, la dentista se prostituye. Entonces, ¿qué me van a venir a decir a mí?, ¿qué me vienen a hacer quilombo por vender mi cuerpo? Déjense de joder con la sacralización de la vagina. Que les quede bien claro, ustedes también venden su cuerpo. Yo me prostituyo igual que ustedes”. Así, empezó la charla Ruth. Fue bárbara, maravillosa. El público, la mayoría joven, se quedó paralizado, embelesado.
La revista sensacionalista Shock no demoró en hacerse eco de la actividad. Bajo el título "La represión de la sexualidad. Por primera vez en un claustro universitario un gay y una prostituta se enfrentaron ante una platea", el artículo relataba:
Un hecho prácticamente sin antecedentes en el país, sucedió en una casa de altos estudios. Por primera vez en un claustro universitario se debatió sobre la “represión de la sexualidad” […] En primer término, el licenciado Marcelo Benítez efectuó una extensa exposición, que fuera interrumpida por estruendosas carcajadas ante algunas acotaciones del disertante y de Ruth Mary Kelly. El profesional integrante del frente homosexual acusó de manera directa a “las Fuerzas Armadas como los grandes represores del sexo en Argentina”. […] Antes de iniciar una suerte de “análisis político” acerca de la represión del sexo en el país, Benítez contó algunas anécdotas sobre la corrupción de menores y la prostitución. En este punto fue interrumpido por su compañera de panel, quien le exigió que “la palabra prostituta sea reemplazada por la de profesional del sexo” a lo que el disertante accedió y el público volvió a estallar en risas. […] A esta altura de la exposición, las risas y los aplausos confundían el encuentro con una obra teatral de singular éxito. Luego de las palabras del miembro de “Frente de Liberación Gay” comenzó su disertación el doctor Ricardo Leschot, cuyas palabras iniciales fueron acompañadas por gestos de Ruth Mary, que siguieron divirtiendo a los asistentes. Al hablar de las “casas de masajes” como una nueva forma de prostitución, la profesional del sexo se sonrojó y blandió su puño en seña de aprobación a esta modalidad que se impuso en los últimos tiempos en la Argentina [9].
La participación de Benítez en La Plata tendría un costo. Alguien se encargó de distribuir fotocopias del artículo de Shock por los escritorios de jefes y compañer*s de su trabajo y a las pocas semanas fue despedido.
La represión a la sexualidad, una pesadilla sin fin
En 1998, luego de catorce años de democracia, se derogaron los edictos policiales en la ciudad de Buenos Aires. No obstante, esto no significó el fin de las persecuciones. Ese mismo año fue sancionado el Código Contravencional, inicialmente llamado Código de Convivencia Urbana. Automóviles de civil con fiscales patrullaban las calles porteñas filmando travestis mientras ejercían el trabajo sexual. Con esas evidencias en la mano se las llevaban detenidas para luego ser juzgadas y condenadas a realizar "trabajos comunitarios". Una de ellas, la trabajadora sexual travesti y archivista Ivana Tintilay, tuvo que presentarse durante dos meses a realizar trabajos de limpieza los fines de semana en la estación de trenes Luis María Drago, "no me quedó otra que cumplir con la condena, pero yo caía divina y provocativa a limpiar los andenes en taco aguja", recuerda orgullosa Ivana [10].
Luego de ser derogados los edictos en Buenos Aires las razias disminuyeron significativamente, aunque continuaron en menor escala. En abril de 2006, al grito de “putos de mierda”, la Policía Federal sin orden de allanamiento irrumpió en una fiesta gay organizada en la disco Cero Consecuencia, en el barrio porteño de Palermo. Centenares de asistentes fueron obligad*s a formar fila contra la pared entre gritos e insultos homofóbicos [11]. La CHA accionó judicialmente contra la policía y ganó el juicio. Ese fue el punto final de las razias en bares y boliches porteños. En el resto del país las detenciones arbitrarias a las disidencias sexuales siguieron su curso, un claro ejemplo de esta violenta persecución puede leerse en el artículo "Contraventoras del miedo", de Marce Butierrez.
En la actualidad, durante la pandemia, con la excusa de "violar la cuarentena" trabajadoras sexuales travestis de la zona de Constitución en situación de emergencia habitacional y de salud, al regresar de sus compras fueron detenidas y tiradas al suelo esposadas por la Policía de la Ciudad quien se refería a ellas como "los travestidos". Como ya advertía Marcelo Benítez en el debate en La Plata: “Nunca debemos bajar la guardia, el fascismo, aunque con otros nombres, no descansa jamás. La represión a la sexualidad en la Argentina siempre se caracterizó por ser global, no persigue a una forma en especial sino a toda forma de goce sexual”.
Referencias
Los testimonios de Marcelo Benítez y de Morris Tidball-Binz fueron extraídos de entrevistas inéditas realizadas a ambos por Juan Queiroz en 2015 y 2020 respectivamente.
[1] La Carta de Persona a Persona fue escrita, sin firma, por Elena Napolitano en agosto de 1983. Elena fue cofundadora, junto a Marcelo Benítez y a Zelmar Acevedo, del Grupo Federativo Gay, integrante de la Coordinadora de Grupos Gays.
[2] La Coordinadora de Grupos Gays fue impulsada principalmente por la abogada heterosexual Gladys Croxatto. Entre los distintos grupos que la conformaban se encontraban el Oscar Wilde, Grupo de Acción Gay, Grupo Federativo Gay, Grupo San Telmo y Grupo Venezuela. Luego de un año y medio de reuniones secretas el primer plenario público de la Coordinadora se realizó el 14 de enero de 1984 en el subsuelo de una librería ubicada en la calle Rodriguez Peña al 400, en la ciudad de Buenos Aires.
[4] Benítez, Marcelo, "La represión a la sexualidad en Argentina" (Primera parte), El Porteño, Año III/No. 28, abril de 1984. Cabe aclarar que la segunda parte de este artículo no fue publicada.
[5] Symns, Enrique, "Tróccoli responde", El Porteño Año III/No. 29, mayo de 1984
[8] Morris Tidball-Binz, nacido en Chile, es médico y vive actualmente en Prévessin-Moëns, Francia. En su juventud comenzó a participar activamente en los movimientos de derechos humanos de La Plata, por ejemplo, en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) -de la que fue miembro cofundador-, y en Abuelas de Plaza de Mayo. Es experto en ciencias forenses aplicadas a los derechos humanos y a la acción humanitaria. Ha sido miembro fundador y primer director del Equipo Argentino de Antropología Forense; trabajó para Amnistía Internacional y otras ONG y, entre 2004 y 2020, para el Comité Internacional de la Cruz Roja, en Ginebra, Suiza, donde ayudó a crear, y luego dirigió, la Unidad Forense de la organización. Actualmente, es profesor de las Universidades de Milán, Italia, Coimbra, Portugal y Monash (Australia) y sigue activo en la defensa y promoción de los derechos humanos en todo el mundo.
[9] "La represión de la sexualidad. Por primera vez en un claustro universitario un gay y una prostituta se enfrentaron ante una platea", revista Shock, mayo de 1984, nro. 45, página 15.
[10] Conversación de Ivana Tintilay con Juan Queiroz, noviembre de 2020.
Agradecimientos
A Morris Tidball-Binz, Marcelo Benítez, Ivana Tintilay y Carlos Hugo Alberto por sus valiosos testimonios que posibilitaron este trabajo.
A Jorge Beloqui, Marcelo Ferreyra, Eugenia Sik y a Maximiliano Vernazza por su amable colaboración.
Fotografía en página de inicio
Travestis en la zona del barrio porteño de Palermo en 1998, año en que se derogaron los edictos policiales. Fotografía © Maximiliano Vernazza.
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Cómo citar este trabajo:
Belluci, Mabel y Queiroz, Juan.
"'Yo me prostituyo igual que ustedes'. Memorias de un debate en La Plata sobre la represión sexual".
Moléculas Malucas, diciembre de 2020.