La organización autónoma Lesbian Avengers [Vengadoras Lesbianas] fue fundada en Nueva York en 1992, llegando a contar con alrededor de sesenta organizaciones afiliadas en Estados Unidos. Surgió como un grupo de acción directa enfocado en la visibilidad y sobrevivencia de las lesbianas. En 1993 las Avengers convocaron a la primera Dyke March [Marcha Tortillera] en el marco de la Marcha de Washington por los Derechos y la Liberación Lésbica, Gay y Bisexual. Allí, repartieron miles de periódicos con su reciente Dyke Manifesto [Manifiesto Tortillero] que también fue repartido a los dos meses siguientes en la primera Marcha Tortillera de Nueva York, concurrida por una multitudinaria marea de lesbianas. Compartimos aquí el potente Manifiesto Tortillero junto a una introducción escrita especialmente para Moléculas Malucas por Kelly Cogswell, miembra de la agrupación que participó en la redacción del manifiesto. Las traducciones de Cecilia Palmeiro contaron con una atenta lectura de otras fundadoras de la organización.
Por Kelly Cogswell*
Traducido por Cecilia Palmeiro
Hace un par de años, mientras revisaba unas cajas viejas, encontré una hoja de periódico arrugada y amarillenta, impresa con una tipografía roja. En una cara había una breve historia de las Vengadoras Lesbianas (Lesbian Avengers) y consejos sobre cómo fundar tu propia organización local, y en la otra estaba el Manifiesto Tortillero (Dyke Manifesto).
Me maravilló que fuera tan serio como extravagante, tan audazmente irreverente que apenas unos años después de haberlo escrito casi me hacía sonrojar de vergüenza. Después de todo, las identidades y la política son cosas serias, ¿no? ¿No?
Estoy empezando a tener mis dudas.
El manifiesto fue escrito en 1993, como un año después del nacimiento de las Vengadoras Lesbianas, un grupo de acción directa enfocado en la visibilidad y la sobrevivencia de las lesbianas. Antes de unirme al grupo ni siquiera tenía el valor de decir la palabra lesbiana. No estaba muy convencida de serlo. Sabía que me gustaban las chicas, obviamente, pero evitaba esa palabra que sonaba tan permanente, tan sucia, hasta monstruosa. Incluso ahora, para mucha gente la palabra evoca odiadoras de hombres sin sentido del humor, pervertidas supersexuadas, chicas que dan miedo en los vestuarios. Y otras cosas espantosas, inmorales, detestables.
No debería ser tan dura conmigo misma. La palabra era literalmente una señal de peligro. A veces me la tiraban como un ladrillo. “Tortillera, tortillera”, me gritaban grupos de chicas afuera de una habitación que compartía con una “amiga”. Los hombres me tiraban botellas desde los autos que pasaban, “Tortillera de mierda.” Sabía que te podían violar por eso, porque no había nada peor que decirle que no a algún hombre.
Especialmente después de que el candidato presidencial Pat Buchanan fue a la Convención Nacional Republicana a declarar la guerra, una Guerra Cultural, a los enemigos de América, que incluían a pedófilos esparcidores del sida, artistas lesbianas decadentes, negros criminales que arman disturbios, quemadoras de corpiños, y abrazadores de árboles. Su discurso lanzó o reafirmó mil campañas anti-gay, todas ellas seguidas de violencia.
Aun así, cada vez que nos atrevíamos a salir a la calle como Vengadoras, Vengadoras Lesbianas, esa palabra, lesbianas, se redimía. Éramos una banda musical peligrosamente deliciosa, marchando, repartiendo globos a los niños de las escuelas diciendo “Enseñen sobre las vidas lésbicas.” Éramos tragafuegos furiosas transformando así las bombas incendiarias que habían matado a una lesbiana y a un hombre gay. Éramos un coro celestial cantando serenatas a los homófobos durante una tormenta de nieve el día de San Valentín, bailarinas danzando el vals en la nieve al día siguiente cuando reunimos una estatua de Gertrude Stein con otra de su amante, Alice B. Toklas.
Para cuando las Vengadoras decidimos organizar una Marcha Tortillera en Washington la víspera de la histórica y multitudinaria Marcha LGB de 1993 [1], la palabra lesbiana evocaba poder, una mezcla supercargada de rabia, alegría, absurdo, humor, a veces hasta deseo desnudo, y yo sentía un placer vertiginoso cada vez que la decía. Y la dije muchas veces esa tarde de primavera cuando un puñado de nosotras nos juntamos a escribir el manifiesto en el departamento de Anne-christine d’Adesky en el East Village.
Ella había dispuesto una provisión de cerveza Rolling Rock y blocs de notas, y fuimos abriendo las botellas verdes mientras nos sentamos alrededor de la mesa de fórmica con nuestras lapiceras. Recuerdo que había una tortillera llamada KT, que es artista y música, y Kat, una chica muy amiga suya. Y la compañera de piso de Anne, Brenda, de pelo largo y rubio y cara angelical, que tocaba el bombo en las marchas. Tal vez la coreógrafa Jennifer Monson también estuviera ahí, aunque ya no estoy segura.
Veníamos de lugares diferentes, de contextos diferentes, aunque estoy bastante segura de que la mayoría de nosotras sabíamos de Emma Goldman –que quería una revolución que se pudiera bailar-, y de Rosa Luxemburgo –que quería libertad para las disidencias-, y de Valerie Solanas –que bromeaba (o no tanto) sobre formar una Sociedad para Erradicar a los Hombres [2].
Por mi parte, yo tenía una formación de grado en arte y en historia del arte, totalmente plagada de manifiestos, de manera que mi cerebro estaba lleno, también, del futurista Marinetti, que quería demoler las bibliotecas y los museos (y el feminismo), y del dadaísta Tristan Tzara que se burlaba de la deplorable y obsoleta idea de los manifiestos, pero luego escribiría uno largo. También estaban los versos bíblicos que me había aprendido de memoria desde los tres años (Somos el Apocalipsis y el Rapto), las letras de las canciones de "Girls in the Nose" (Más Madonna y menos Jesús) y los jingles de TV de las galletas para perros (el activismo fortalece los huesos).
Creamos un cóctel glorioso mitad manifiesto político, mitad poema de amor lésbico, que era atrevido, jocoso, sincero. Como las Vengadoras. Y cuando lo compartimos con el grupo, les encantó, al menos por un tiempo. Especialmente cuando la artista Carrie Moyer creó un diseño alucinante, poniéndolo en la hoja de periódico con el rojo sangriento de San Valentín.
En Washington repartimos miles de hojas tratando de persuadir a las lesbianas de venir a la Marcha Tortillera. El resultado superó por mucho nuestras expectativas. Un tsunami de tortilleras, veinte mil de ellas tomaron las calles de la capital, marchando hasta la Casa Blanca donde las Avengers tragamos fuego y entonamos: “El fuego no nos consumirá. Lo tomamos y nos lo apropiamos.” Aún mejor, muchas volvieron a casa y fundaron sus propias organizaciones locales de Vengadoras.
Terminamos teniendo como sesenta organizaciones locales de Vengadoras trabajando por la visibilidad y la sobrevivencia lésbica en todo el mundo.
La Marcha Tortillera era, y es, importante porque el mensaje está en nuestros cuerpos. Significa mucho estar desordenadas, escandalosas, felices detrás de nuestra propia bandera lésbica, ocupar el espacio público, en el mundo real, en el que raramente vemos mujeres, mucho menos lesbianas.
Incluso hoy, todo lo público es predeterminado masculino. Y no sólo hetero, hasta los gays tienen lugares de levante. Los políticos y la cultura y la sociedad son masculinos. El espacio público es literalmente masculino. Las mujeres a veces se sientan en los cafés, pero no en cualquier café. Y nunca en mi vida he visto un grupo de mujeres o de chicas pasando un rato en una esquina en la calle charlando durante horas. Es peligroso. Nosotras las mujeres nos movemos a través de los espacios, nunca nos quedamos en ellos y los reclamamos. Ya sea literal o simbólicamente. Ver una o dos caras lésbicas en la TV, en la política local, no se compara con ser súbitamente la mayoría. Ni siquiera ser una en diez en la calle, o lo que sea que seamos. Sino el cien por ciento. Como lo somos –idealmente- durante las marchas tortilleras.
Releyéndolo ahora, en 2021, el Manifiesto Tortillero sigue siendo radical. Crea un espacio interior para tortilleras, se niega a la marginalización –por parte de cualquiera, ya sean la sociedad heterosexual o los queers que aún quieren que las tortilleras se vayan.
Primero, el Manifiesto asume la liberación y el poder lésbicos, en vez de suplicar por ellos. “No estamos esperando que llegue el Rapto. Nosotras somos el Apocalipsis”, declara. Y a pesar de reconocer el costo de nuestra invisibilidad social –discriminación, pobreza, falta de vivienda, violencia- no nos posiciona como víctimas impotentes. Tenemos las herramientas para luchar contra todo eso. “El poder del amor de tortillera, la visión tortillera, la rabia tortillera, la inteligencia tortillera y la estrategia tortillera.” Todo lo que tenemos que hacer es movilizar.
Segundo, pone a las lesbianas justamente en el centro del universo, no en el último lugar de una lista interminable de los oprimidos del mundo. Nos atrevemos a gozar de nuestras vidas y comunidades, nuestro deseo homo, nuestra diversidad, nuestra complejidad, nuestras increíbles e hilarantes tendencias humanas, que incluyen hasta las malas relaciones. No es nuestra culpa si el mundo no ve lo geniales que somos.
Es por esto que, como estrategia retórica, en vez de enfurecernos contra los estereotipos de lesbianas o quejarnos de ellos cual víctimas, el manifiesto se permite reírse de ellos, y burlarse de los intolerantes que creen que los homos son pedófilos, que las lesbianas somos rompehogares supersexuadas. “La subversión es nuestra perversión”, y “reclutamos”, declara, como un gran váyanse a la mierda.
Tal vez lo más importante es que el manifiesto mantuvo el foco en el sexo y en el deseo en el momento en que Gay Inc.[3] ya estaba hablando fundamentalmente del amor y del matrimonio, borrando las propias raíces y la historia de nuestra marginalización. Las imágenes que crearon, y que todavía perpetúan, dieron la equívoca impresión de que las lesbianas y los hombres gays solamente se daban las manos y se miraban con nostalgia romántica, quizá dándose un besito casto cuando finalmente les permitieron celebrar la unión civil. (El matrimonio es legal desde 2015 en los EEUU).
El manifiesto, por su parte, llama a las lesbianas a levantarse de sus camas (donde tenemos sexo). A dejar los bares (donde nos cortejamos –y tenemos sexo). Declara que el activismo no sólo debería ser ruidoso, atrevido, sino también “sexy, loco, feroz, sabroso…” Las protestas son un gran lugar para levantarse mujeres. “No tenemos una posición sobre los abrigos de piel” (ni nuestro vello púbico). Nos negábamos a volver al closet. O a olvidarnos de la conexión entre el odio del mundo hacia nosotras y nuestro deseo que es subversivo precisamente porque es lésbico, homo, una mujer diciéndole que sí a otra mujer y no a los hombres, dándoles un portazo en sus narices patriarcales. Y pagamos un precio alto por eso.
Las Vengadoras hicimos la conexión incluso más clara unos meses más tarde, declarando el tema para la primera Marcha Tortillera de Nueva York: “Las lesbianas lujuriamos el poder.” En la promoción para la marcha, preguntamos: “¿Qué significa desear? ¿Cuántas veces tu deseo ha sido demasiado doloroso o demasiado peligroso para expresarlo? ¿Alguna vez fuiste castigada por desear algo equivocado?… ¿una amante equivocada? Las Vengadoras Lesbianas creemos que el DESEO es una FUERZA PODEROSA QUE MUEVE AL MUNDO. El DESEO nos mueve a ir por más y a exigir respeto y derechos civiles para las lesbianas. Un DESEO ARDIENTE por las mujeres nos mueve a explorar y a expresar nuestra lujuria y amor incluso frente al peligro. Un FEROZ DESEO de justicia nos lleva a las calles cada vez que las Tortilleras somos amenazadas.”
¿Qué puede ser más radical que eso? ¿Creer que las vidas lésbicas de verdad importan? ¿Que la lujuria lésbica importa? Es por eso que el Manifiesto de las Vengadoras Lesbianas es más que un documento histórico; es una provocación, un grito exigiendo que una nueva generación de lesbianas se despierte.
Notas de la traductora
[1] La Marcha de Washington por la Igualdad de Derechos y la Liberación de Lesbianas, Gays y Bisexuales, el 25 de abril de 1993, fue y sigue siendo una de las mayores manifestaciones de protesta política de la historia de Estados Unidos. Participaron alrededor de un millón de personas.
[2] Valerie Solanas es reconocida como autora del Manifiesto SCUM (1967), acrónimo de Society to Cut Up Men (Sociedad para Erradicar a los Hombres), que a su vez en inglés significa “escoria.”
[3] Un modo irónico de llamar al movimiento asimilacionista y la pseudo industria oenegeísta gay.
*Kelly Cogswell es una periodista premiada y autora del libro Eating Fire: My Life as a Lesbian Avenger [Tragafuego: Mi vida como Vengadora Lesbiana].
Nacida en Louisville, en el estado de Kentucky, Estados Unidos, Kelly actualmente vive en París.
MANIFIESTO TORTILLERO [DYKE MANIFESTO]
Lesbian Avengers. Nueva York, 1993
Traducido por Cecilia Palmeiro
MANIFIESTO TORTILLERO
¡LLAMANDO A TODAS LAS LESBIANAS!
¡DESPIERTEN!
Es hora de salir de las camas y de los bares, y de lanzarnos a la calle.
Es hora de tomar el poder: el poder del amor de tortillera, la visión tortillera, la rabia tortillera, la inteligencia tortillera y la estrategia tortillera.
Es hora de organizarnos y agitar. Es hora de juntarnos y luchar.
Somos invisibles, hermanas, y eso no es seguro –ni en nuestros hogares, ni en las calles, ni en el trabajo, ni ante la ley.
¿Dónde están las líderes visibles? Es hora de un movimiento lésbico feroz y esa sos vos: el ejemplo a seguir, la visión, el deseo.
TE NECESITAMOS
Porque: no estamos esperando que llegue el rapto. Nosotras somos el Apocalipsis. Nosotras seremos tu sueño y la pesadilla de ellos.
PODER LÉSBICO
Las Vengadoras Lesbianas [Lesbian Avengers] creemos en el activismo creativo: ruidoso, atrevido, sexy, loco, feroz, sabroso y dramático. El arresto es opcional.
Pensamos que las protestas son un buen momento y un gran lugar para levantar mujeres.
Las Vengadoras Lesbianas no tenemos paciencia para la política amable. Estamos aburridas de los chicos.
Pensamos que las bombas fétidas son accesorios para todas las temporadas. No tenemos una posición sobre los abrigos de piel.
Las Vengadoras Lesbianas creemos que la confrontación promueve el crecimiento y fortalece los huesos.
Creemos en el reclutamiento. No del ejército; no de mujeres hetero. No nos molestan para nada que nos esposen.
Las Vengadoras Lesbianas creemos que la homofobia es una forma de misoginia.
Las Vengadoras Lesbianas no nos contentamos con guetos: queremos tu casa, tu trabajo, tus millas de viajero frecuente. Venderemos tus joyas para subsidiar nuestro movimiento.
Las Vengadoras Lesbianas no creemos en la feminización de la pobreza. Exigimos seguro de salud universal y acceso a la vivienda. Exigimos alimentos y refugio para todas las lesbianas sin techo.
Las Vengadoras Lesbianas somos el decimotercer paso liberador.
Las Vengadoras Lesbianas pensamos que las pandillas de chicas son la onda del futuro.
SEXO LÉSBICO
Las Vengadoras Lesbianas creemos en la trascendencia en todos los estados, incluyendo Colorado y Oregon.
Pensamos que el sexo es una libación cotidiana. Buena energía para las acciones.
Las Vengadoras Lesbianas anhelamos, disfrutamos, exploramos, sufrimos por ideas nuevas sobre las relaciones: fiestas de pijamas. Poligamia (¿por qué casarse solo una vez?). Avisos personales. Grupos de afinidad.
Las Vengadoras Lesbianas somos anticuadas: languidecemos, esperamos, lloriqueamos, nos quedamos en malas relaciones. Podemos casarnos pero no queremos domesticar a nuestras parejas.
A las Vengadoras Lesbianas nos gusta la canción “More Madonna, Less Jesus” [Más Madonna, menos Jesús]
Usamos palabras de acción en vivo: chupar, bailar el vals, comer, coger, besar, jugar, morder, entregarnos.
A las Vengadoras Lesbianas nos gustan los jingles: la subversión es nuestra perversión.
ACTIVISMO LÉSBICO
Las Vengadoras Lesbianas conspiramos y gritamos. Creemos que las acciones deben ser locales, regionales, nacionales, globales, cósmicas.
Las Vengadoras Lesbianas pensamos que las lesbianas closeteadas, los chicos queer y los heteros simpatizantes deberían enviarnos dinero. Creemos que la acción directa es una patada en la cara.
Las Vengadoras Lesbianas planeamos batallar contra homófobos de todo tipo e infiltrar la derecha cristiana.
Las Vengadoras Lesbianas disfrutamos de la litigación. Las demandas colectivas nos sientan muy bien.
LAS 10 MEJORES CUALIDADES DE LA VENGADORA LESBIANA:
(En orden descendente)
10. Compasión
9. Liderazgo
8. No tener un gran ego
7. Estar informada
6. Audacia
5. Rabia justa
4. Espíritu de lucha
3. Pro sexo
2. Bailar bien
1. Tener acceso a recursos (fotocopiadoras)
LAS VENGADORAS LESBIANAS. RECLUTAMOS.
Agradecimientos
Moléculas Malucas agradece a Kelly Cogswell por su colaboración para nuestro proyecto, a Saskia Scheffer por el aporte de sus fotografías, a Cecilia Palmeiro, de la colectiva editora de Moléculas Malucas, por su hermosa traducción y a Ana Simo por haber hecho posible esta publicación. También va un reconocimiento a Avram Finkelstein por habernos contado hace ya unos años la historia del Dyke Manifesto, resaltando la importancia que este documento tuvo y sigue teniendo para el activismo lésbico.
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Cómo citar este trabajo
Texto:
Cogswell, Kelly. El Manifiesto Tortillero. Más radical que nunca
Traducción del inglés de Cecilia Palmeiro
Moléculas Malucas, julio de 2021
https://www.moleculasmalucas.com/post/el-manifiesto-tortillero
Manifiesto:
Lesbian Avengers. El Manifiesto Tortillero [Dyke Manifesto]
New York, 1993.
Traducción del inglés de Cecilia Palmeiro
Moléculas Malucas, julio de 2021
https://www.moleculasmalucas.com/post/el-manifiesto-tortillero