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Contraventoras del miedo

Pelusa y Rosario, dos travestis y trabajadoras sexuales salteñas, se apropiaron de las calles de la ciudad para disputarle una batalla a la brutalidad policial y al silencio estatal. Entre 2003 y 2006, junto a cientos de compañeras, fueron rasgando y aturdiendo al miedo, la violencia y el machismo con marchas llenas de brillo, valor y furia.


Por Marce Butierrez*



III Marcha del Orgullo en Salta, 2006. De izquierda a derecha: Mary Robles, actual dirigenta de ATTA (Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina), Emperatriz y Pelusa Liendro. Archivo Familia Liendro.

El 6 de Noviembre de 2004, Pelusa Liendro junto a un grupo de amigas travestis iniciaron la I Marcha del Orgullo en Salta. El punto de partida de aquella procesión pagana fue el barrio Hernando de Lerma, una histórica zona de yire donde cada noche se libraba la batalla entre la moralina patriarcal salteña y las profundidades del deseo. Esas veredas fueron escenario del asedio policial, del ceño fruncido de lxs vecinxs escandalizadxs y de los encapuchados clientes que buscaban el goce en esos cuerpos abruptos.


Eran poco más de treinta locas, cansadas de la violencia, del rechazo y la condena. Marcharon por la calle Tucumán hasta “la segunda”, la comisaría más cercana a la zona y donde más cruelmente se las trataba. Esta vez no iban subidas al patrullero maniatadas, iban con los brazos en alto y de pie, dispuestas a luchar. El recorrido continuó hacia el centro de la ciudad, para terminar en la plazoleta Cuatro Siglos pidiendo la derogación de los artículos contravencionales que criminalizaban la oferta sexual en la vía pública y el travestismo.


También sentían miedo. Ellas y sus cuerpos sabían que aquella marcha no iba a terminar sin represalias. Que unas horas después iban a tener que volver a la calle a ganarse el mango, a pagarle la coima a los mismos canas a los que acababan de enfrentarse, a lidiar con los clientes agresivos y los murmullos del vecindario. Aquellas plumas, aquel disfraz, aquellos rostros cubiertos de purpurina, eran una forma de mostrar su orgullo marica y también un camuflaje centelleante y descarado para entrar al campo de batalla e intentar salir inmunes.


Con el tiempo los recuerdos de la I Marcha del Orgullo en Salta fueron borrándose y dejando lugar a disputas entre las agrupaciones, a mezquindades personales y a conflictos entre modos de pensar lo político. Solo quienes acompañaron a Pelusa en las primeras marchas, son capaces de rememorar sin fotos ni videos la emoción de aquel primer evento, en el que temerosamente se animaron a pensar en una agrupación integrada y conducida por las travas. Y no sólo eso, se trataba de impulsar la organización de las putas, de las putas travas, de las que cansadas de esquivarle a la muerte querían derechos en su condición de trabajadoras sexuales.


Quizás en este punto convenga hacer un alto. La historia del movimiento travesti en Salta está integrada por muchas narrativas que han ido disputándose un lugar en el centro de la escena y produciendo un margen en el que quedaron, mitad escritas y mitad borradas, muchas experiencias militantes que injustamente a veces son habladas como “el activismo antes del activismo”. Quizás porque surgieron de improviso y alimentadas por la urgencia, o porque no llegaron a conformar organizaciones con reconocimiento estatal; porque sus integrantes no tenían ni idea de lo que hacían, pero lo hacían igual, o porque sus métodos mezclaban lo carnestolendo y lo festivo con un grito áspero que impugnaba al cistema.


Y en ese margen quedaron las putas. La militancia se orientó hacia el derecho a la identidad, la inclusión social y la producción de una travesti normalizada y fármaco-políticamente adaptada a la sociedad. Del brazo de los feminismos bien pensantes las organizaciones trans empezaron a pugnar por condiciones de paridad con el resto de las mujeres y a pedir por educación, trabajo digno, salud integral y cupos en los espacios de representación política. Estas demandas sin lugar a duda son más que válidas y tienen un correlato con la exigencia concreta de muchas compañeras que agotadas de la calle y la marginalidad han ido proyectando formas menos descarnadas de transitar la vida. Pero en el balance final se han ido licuando aquellas consignas con las que las travestis ganaron la calle y pedían garantías para salir a trabajar sin ser perseguidas y asesinadas por la policía, la derogación de los edictos que las criminalizaban y la creación de zonas de convivencia donde pudieran ejercer el trabajo sexual.


Pelusa era una trabajadora sexual, su activismo estaba centrado en pedir la derogación de los códigos contravencionales 114 y 115 que condenaban su ejercicio profesional y en exigir la creación de una “zona roja” donde pudieran trabajar sin enfrentarse al acoso de vecinos y fuerzas de seguridad. Un artículo periodístico publicado en diciembre de 2006 la recuerda de la siguiente manera[1]:


“Pelusa desde su lugar y desde sus convicciones quería ocupar el espacio que en toda su vida le fueron arrebatando por no ajustarse a ‘lo establecido’ por Dios y algunos seres humanos. Pelusa quería que su grupo de pares se organizase para hacerle frente a la exclusión y a la falta de trabajo que los convierte en ‘subordinados’, en menos valiosos y valiosas que otras personas con cuerpos, sexualidades y géneros correctamente políticos.

Y para ese proyecto de organización Pelusa tenía una propuesta y una visión bien definidas, frente a otras posibilidades. Pelusa estaba convencida que para organizarse había que reivindicar el ejercicio de la prostitución y la no persecución de la misma, por eso pedía junto a sus compañeras y compañeros, una ‘zona roja’”.[2]


A su lado, su mejor amiga Rosario Sansone también le ponía el cuerpo a esta lucha, cansada de los abusos y conocedora de la potencia que tenían las marchas en otras ciudades del país. En la única crónica disponible de aquella primera marcha, Rosario declaraba:


“No es una protesta, es una fiesta. Es nuestra fiesta del orgullo gay. Esta marcha se hizo por primera vez en Nueva York en 1977 y en Buenos Aires en 1992. Esta es la primera en Salta. Pero por más que esta sea una fiesta, no podemos olvidar que en Salta la policía golpea a los travestis.

Yo misma estuve detenida hasta hace pocos días. Me privaron de la libertad por una semana y me golpearon en la seccional Segunda. Me armaron 5 causas. Y mirá, todavía tengo los moretones (se corre el vestido y muestra las marcas del castigo físico). Romero trata de ocultar esto, pero los ataques a las travestis no cesan. Por eso estamos organizando una Asociación, para defender nuestros derechos".[3]


En esta misma crónica una periodista y referente del feminismo salteño consultada al respecto señalaba la “falta de conciencia política” de la comunidad trans y la ausencia de una persona que lidere el movimiento y remataba estableciendo que las travestis “cuando llegan a un grado de conciencia sobre su situación dentro de la sociedad abandonan la prostitución y se vuelcan a la lucha política”, subrayando nuevamente esta distinción entre la lucha por condiciones apropiadas para el trabajo sexual y las aspiración a una vida “digna”.


La lucha de Pelusa y Rosario al parecer no era lo suficientemente política para ser valorada en aquel entonces, pero tampoco lo fue con el paso de los años, ya que los muchos esfuerzos que se hacían por conformar aquella asociación fueron en solitario, sin lograr articular con otras organizaciones de la diversidad sexual o feministas. Sin embargo aquel 2004 ambas participaron de un panel en la Universidad Nacional de Salta, impulsado por algunxs estudiantes que integraban un espacio de reflexión sobre género y feminismo llamado “Pensar el género”. Aunque la asistencia fue poca, se trato de un puntapié dentro del ámbito académico para permitirse problematizar la cuestión del trabajo sexual, la violencia policial y el travestismo.


En 2005 se realizó la II Marcha del Orgullo y se incrementó el número de compañerxs que se sumaron al reclamo, también se aumentó el grado de expectativa y producción en el desfile. La marcha fue en sus orígenes un evento comandado por las travestis trabajadoras sexuales y sostenido con sus propios cuerpos. Fueron ellas las primeras en visibilizarse, en enfrentarse al control estatal, en bancar la burla de los ocasionales espectadores y en animarse a penetrar el casco céntrico con su irreverencia, su contoneo y sus plumas. En esa peculiar mixtura entre carnaval y protesta las calles de la ciudad empezaron a tener en plena primavera carrozas, música y sobre todo escándalo y falta de decoro, dos de las infracciones que con el código de contravenciones en mano le valieron a las pibas varias semanas de calabozo.


Fotografía de la II Marcha del Orgullo en Salta en un volante que invitaba a la tercera marcha. En el centro, Pelusa. Archivo Familia Liendro.

Durante aquellos años las figuras de Pelusa y de su amiga Rosario fueron convirtiéndose en referencia ineludible de las demandas del colectivo travesti, por lo que eran requeridas con frecuencia por los medios de comunicación. “Los medios son los que nos están ayudando, los medios informativos, ellos son los que nos dan una mano al mostrar lo que realmente sucede con nosotras.” comenta Rosario en una entrevista a la vez que denuncia el abandono de la clase política salteña: “(Las denuncias) las hicimos en Derechos Humanos, al Dr. Guillén[5], en las fiscalías de turno…pero son denuncias que vienen de trece, quince o dieciséis años atrás, que nunca prosperaron, quedaron en el olvido. Yo le dije al Dr. Guillén de Derechos Humanos: ‘Nosotros lo buscamos hace años a usted’. El aduce que la nota nunca llegó, pero yo tengo la nota porque hicimos dos originales una para nuestro archivo de nuestra marcha, de nuestra lucha y otra para ellos, en donde pedíamos que interceda por nosotros".[4]


Se trataba de años oscuros para la Provincia de Salta ya que las fuerzas de seguridad gozaban de una impunidad que les permitía operar sobre la población con total discrecionalidad y del modo más brutal. Durante aquel 1° de abril de 2005 la policía de la provincia respondiendo a las órdenes del por aquel entonces Secretario de Seguridad Gustavo Ferraris, reprimió con balas de goma, gases lacrimógenos y bastonazos a un grupo de docentes que se encontraban de paro y pretendían acampar en la Plaza 9 de Julio. Este suceso conocido como “La noche de las tizas” fue una de las expresiones máximas de la violencia estatal del Romerismo, pero no fue la única. La protesta social había sido reprimida durante todo el gobierno de Juan Carlos Romero y las travestis conocían esa violencia cada fin de semana cuando salían a la calle:

“No, nadie se siente seguro en Salta. Hay muchas chicas que están acá (en Buenos aires) porque hace dos años hubo un operativo llamado “Limpieza de Zona Roja”. Que eran razias todos los días, continuas, a cualquier hora, y no podías caminar por las calles de Salta y entonces tenías que huir de la ciudad, de la provincia. Y ahora yo me vine porque el gobierno ahora puso en marcha un operativo que se llama “Rastrillaje” que Gustavo Ferrari, que es el secretario de seguridad sale en los medios dando a conocer esto. No se, si la prostitución va a existir. Si a nosotras nos pasa algo, vendrán otras chicas más, que lastimosamente, son personas que están en estado de prostitución. Quizás queremos otra cosa para nosotras pero no se ha dado. Hay muchas chicas menores en la calle que están trabajando y que están padeciendo lo mismo que yo. Y eso es lo que nos dolía a nosotras. Una criatura de quince o dieciséis años que sea violada, abusada, que la lleven presa, todo eso nos indignaba muchísimo y por eso hacíamos nuestras marchas".


Cuando Rosario dice “nuestras marchas” se refiere no sólo a las marchas del orgullo que habían organizado junto a Pelusa, sino a muchas manifestaciones ocurridas entre los años 2003 a 2006 para reclamar el cese de la violencia policial que era la preocupación central de las compañeras. Cuando empezaron a organizarse su demanda principal era que dejaran de golpearlas, que dejaran de cobrarles coima o de pedirles “favores sexuales”, las chicas demandaban que al menos se cumpliera con los marcos normativos establecidos y que las detenciones no superaran las cuatro horas, ya que señalaban que muchas veces llegaban a pasar días detenidas, obedeciendo simplemente a la voluntad del jefe policial de turno. Muchas trabajadoras sexuales terminaron teniendo causas penales en su contra ya que se les inventaban, sin ninguna prueba, causas por desacato, agresiones o tenencia de drogas.


Pelusa y Rosario en la III Marcha del Orgullo en Salta, noviembre de 2006. Archivo Familia Liendro.

Hacia 2006 las compañeras organizadas en torno al carismático liderazgo de Pelusa empezaron a pedir algo más que el simple cumplimiento de la ley, querían lograr la derogación de los artículos del código de contravenciones que criminalizaban la oferta de sexo en la vía pública, el escándalo y los atentados al pudor[6]. Esto obedece a que Pelusa y sus compañeras fueron especializándose en su rol como militantes y comprendiendo que con los marcos legales provistos por la Ley N° 7.135 no existían garantías para el ejercicio del trabajo sexual y la policía iba a seguir teniendo la suma de los poderes de acusador, investigador y juez ante los delitos comprendidos por dicha ley, lo cual reforzaba la arbitrariedad del trato que recibían las travestis. Esto hacía urgente que el poder legislativo empezará a discutir la modificación de varios de los artículos por entonces vigentes y que el Municipio disponga entre tanto de medidas precautorias, por lo cual las chicas reclamaban la delimitación de una “zona roja” en un sector alejado de los barrios residenciales, a fin de frenar los conflictos con lxs vecinxs, y con ciertas garantías de no seguir siendo objeto de la persecución policial.


Estas demandas fueron otorgándole cada día más visibilidad a la lucha emprendida por Pelusa y empezaban a ser consultadas frecuentemente por los medios de comunicación. También eran objeto de muchísima vigilancia y persecución por parte de la policía. Cabe recordar que diversos organismos de Derechos Humanos, periodistas y organizaciones sindicales habían denunciado la existencia de un “área de informaciones policiales” conocida como D2 que operaba en la provincia y hacía un seguimiento de lxs referentes sociales y periodistas opositores e informaba sobre las distintas protestas, incluso infiltrándose en asambleas y medidas de fuerza. Rosario declaró que “cuando mi mamá escuchaba de las marchas me decía que no siguiera porque tenía mucho miedo. Y yo seguía igual, la Pelusa también. Las dos". Todo iba a cambiar aquel lunes 6 de noviembre de 2006 cuando Pelusa encabezó la que sería su última marcha del orgullo. Veintidós días después sería hallada muerta de siete arteras puñaladas en el interior de su vehículo, tras haber dedicado los últimos cuatro años de su vida a organizar a las travestis salteñas y a denunciar por todos los medios posibles a la policía.


Aquella III Marcha del Orgullo tenía cada vez más envergadura, ya no sólo se concentraban algunas pocas travestis, sino que más de un centenar ocupaban las calles acompañadas por algunxs gays y lesbianas que tímidamente empezaban a participar del evento. En esa última marcha se registrarán algunas de las pocas fotografías disponibles de Pelusa, en la que de pie con una pancarta reclamaba contra los abusos policiales y otra en dónde con el micrófono en mano junto a las banderas del Orgullo y de Argentina, pronunciaba el que sin saber sería su último discurso ante sus compañeras. En aquella ocasión apuntó una vez más contra la policía:


“Nosotras tenemos más miedo a la policía que a los delincuentes. Los delincuentes buscan robarnos. Pero los policías hacen más que eso: nos quitan el dinero, abusan sexualmente de nosotras, no nos pagan y además nos meten presos”. [7]


Pero también señaló la responsabilidad de los funcionarios del gobierno de Juan Carlos Romero en la situación de extrema marginación vivida por las travestis: “Los funcionarios no se sientan a debatir lo que nos pasa. Sólo conocen la política de las multas y el calabozo. Eso no soluciona el problema. Nosotras no queremos molestar a los vecinos de la zona donde estamos. Por eso pedimos que nos asignen una zona roja, en la avenida lateral del Estadio Martearena[8]".


Un par de semanas después Pelusa fue entrevistada por el programa televisivo “La otra campana” [ver video] que se emitía por un canal de cable local y presentaba a través de trabajos de investigación periodística las voces de los sectores subalternizados de la sociedad salteña. El periodista encargado de dicho programa, Martín Sánchez, conocía a Pelusa por su activa militancia al frente del movimiento travesti de Salta y había cubierto en otras ocasiones las marchas del orgullo. Se encontró con Pelusa, Rosario y un par de chicas más en el Parque San Martín, otra de las históricas paradas. Empezaron a contarle sobre la violencia a la que se enfrentaban día a día. De ahí se fueron en auto a “la zona” y en un momento se acercó un patrullero, Pelusa se bajó del vehículo y se dirigió al patrullero. Tras conversar un rato desde la ventanilla del acompañante le extendió a los oficiales un billete y regresó al auto donde estaban Sanchez y un camarógrafo registrando la secuencia. “¿Vieron?, me pidió una coima” dijo Pelusa, pero en la profunda oscuridad de esa cuadra, la distancia que había entre la cámara y la escena y debido a la escasa calidad disponible en aquellos años, los videos no pudieron mostrar nada incriminatorio. Sin embargo a los pocos minutos arribaron al lugar varios patrulleros, camionetas y un importante número de oficiales de la comisaría Segunda.


Como resultado del operativo la policía se llevó detenidxs a Pelusa, Rosario y Martín. Según el relato de este último el hecho de que la prensa hubiera estado presente en el operativo, de alguna manera suavizó el trato que la policía le dió a las chicas, que fueron liberadas a las pocas horas, aunque destaca que la brutalidad y la magnitud del mismo le resultaba llamativo. Tras aquellas detenciones las chicas trabajaron tranquilas toda la semana, ya que desde la Secretaría de Seguridad optaron por preservar la imagen de la policía, conocedores de la existencia de aquella filmación. Pero ya se respiraba en el aire que pronto llegarían las represalias, según comenta Rosario:


“Bueno, el programa sale al aire la Pelu se preocupa mucho. Yo a ella la noté por primera vez muy asustada. Estábamos adentro de su auto y me dijo que estábamos muy jugadas y yo le dije que no nos iba a pasar nada. Pero yo sospeche que algo nos iba a pasar. Pero sospeché que iba a ser solo una golpiza. Y… la matan a mi amiga".


Pelusa aparece apuñalada en el interior de su auto diez días después de la emisión de aquel programa, una noche lluviosa. A eso de las siete de la tarde las amigas se habían comunicado por teléfono para coordinar su salida a “la zona”, a lo que Rosario le dijo que no creía que vaya a salir aquella noche porque llovía y hacía mucho frío, pero que si paraba de llover se veían allí. Rosario recibió otra llamada, de un misterioso cliente pero decidió no acudir a la cita porque no quería salir vestida de entrecasa. Aquella coquetería quizás le salvó la vida. Pelusa también recibe la llamada y un rato después es encontrada dentro de su auto estacionado en un oscuro pasaje del Barrio 20 de Febrero. Estaba seriamente lesionada, fue auxiliada por algunas vecinas que llamaron al 911 mientras la veían desangrarse, pero cuando llegó al hospital estaba muerta, Pelusa solo repetía que no la dejaran morir, aunque al entender de Rosario en sus últimas palabras señaló a sus asesinos, sólo que la policía operó para que eso nunca se conozca. Un vecino consultado por la prensa dijo que las últimas palabras de Pelusa fueron incomprensibles por la magnitud de las heridas en su garganta.


Pelusa en la III Marcha del Orgullo en Salta, mientras llegaba a la plaza 9 de Julio. Archivo Familia Liendro.

Apenas conocida la noticia surgieron miles de rumores al respecto y toda la comunidad se vió conmocionada por el trágico evento. La policía no demoró en presentar una coartada que criminalice la vida de Pelusa, tal como relata Rosario:


“Después de eso, quisieron vincular a mi amiga con la droga. Lo primero que hicieron. Ni siquiera la estábamos velando porque mi amiga todavía estaba en la morgue. Y ya la policía salió en los medios diciendo que Pelusa había sido asesinada por una venta de drogas. Y mi amiga no estaba en eso, de eso estoy muy segura. Teníamos a la policía las veinticuatro horas pisándonos los talones por nuestras marchas, por nuestra lucha. Yo no podía ni velarla tranquila porque me sacaban a cada rato, llegaban las brigadas. Después me dijeron que yo era el principal sospechoso. Yo me quería morir. La veía a mi amiga muerta y me veía presa".


Durante las primeras horas del caso y atemorizadas por la impunidad de la policía y los políticos, la familia y amigas de Pelusa evitaron hacer declaraciones altisonantes. Estaban atravesadas por el dolor y el miedo. La justicia preguntaba constantemente si tenían conocimiento de quienes podían ser los enemigos de Pelusa, pero por temor nadie se animó a hablar, también para evitar la confusión ante las muchas versiones que los medios habían empezado a presentar. Pero una vez pasado el funeral, Rosario declaró con su voz rasgada en llanto que “la Pelu tenía un gran enemigo, muy poderoso que es la policía".


Sin embargo la pista policial no fue profundamente investigada. Se realizaron allanamientos al canal donde habían sido emitidos los videos que Rosario señalaba que llevaron a la muerte de Pelusa y se tomó declaraciones a los periodistas, pero todo aquello quedó en la etapa de instrucción y nunca se volvió a retomar. La muerte de Pelusa se llenó de rumores y pistas, algunas incluso plantadas para entorpecer el juicio, pero todas ellas apuntaban a empañar la figura de la líder travesti. Pedofilia, drogas, sodomía, extorsiones, abusos, sida, todo el arsenal de una justicia heteropatriarcal operó en la investigación de la causa y fueron sepultando cada vez más profundo el cuerpo de Pelusa y con él su memoria.


El legado de Pelusa se expresó una vez más en las calles. Las travestis empezaron a marchar todos los días de la semana para reclamar que se investigue a la policía, para denunciar sus abusos, para recordarle a la sociedad que no estaban seguras y menos aún tras el brutal crimen de su amiga. Aquellas marchas provocaron que el gobierno se siente por primera vez a dialogar con las víctimas. Un auto de la gobernación estacionó en la puerta de la humilde casa de Rosario y le dijo que traían buenas noticias para ella. “Ya no hay buenas noticias para mí” respondió. La invitaban a una reunión en la casa de Gobierno, pero ella desconfiada y con miedo fue acompañada de su hermana menor. También asistieron los padres de Pelusa. En aquella reunión por primera vez se vieron las caras con los ministros quienes les anunciaban que iban a disponer de una zona roja para las travestis y una recompensa para quienes aporten datos sobre el asesinato de Pelusa, pero pedían algo a cambio:


“Me pidieron que yo deje de hacer marchas contra la policía. Porque cuando la gente ve a la policía se siente segura. Yo les conteste que no es así, porque yo también soy gente y cuando veo a la policía siento miedo. Ni en pedo me pongo en manos de la policía, cinco minutos bastan para que me hagan lo que ellos quieran, o me quiten la vida. Me pidieron que deje de hacer marchas pero yo seguí igual haciendo marchas, todos los meses. Las primeras semanas hice tres marchas seguidas. Una marcha por semana. Gracias a Dios, mis compañeras a pesar de tanto miedo me acompañaron".


Los eventos relativos a la investigación del asesinato de Pelusa no interesan a los efectos de este artículo por dos razones. En primer lugar porque nos mueve el deseo de hacer memoria de su vida, de su activismo, de las luchas que ella y sus compañeras sostuvieron valientemente antes de que existieran las organizaciones y dependencias estatales creadas para velar por la comunidad trans. Luego, porque todos los debates y eventos posteriores a su asesinato no hicieron más que revictimizar a Pelusa y con ella a todas las travestis y putas salteñas.


Las persecuciones continuaron, se hicieron cada vez más fuertes y el asesinato de Pelusa operaba como un discurso disciplinatorio, que intentaba volver al orden a través de la sugestión y el miedo. Muchas compañeras de Pelusa emigraron a Buenos Aires, temerosas de ser las próximas víctimas. Las que se quedaban poco a poco empezaron a abandonar las calles o a caminarlas silenciosamente. En la sociedad se instaló con fuerza una representación social de las travestis como sujetos marginales y reos, involucrados en delitos y conflictos. Por eso cada uno de los cadáveres aparecidos, enseguida fueron etiquetados como peligrosos y subversivos.


El impacto del asesinato de Pelusa, también dinamizó el proceso de organización de la comunidad LGBT. Tras su muerte surgieron nuevas asociaciones que tomaron la posta de la organización de las Marchas del Orgullo. Las grupalidades que existían a nivel nacional se reunieron en Salta un par de años después y empezaron a organizar y apoyar las experiencias locales. Las Marchas del Orgullo crecieron en número y también en reclamos. La memoria de Pelusa siguió estando presente aunque las diferencias ideológicas ocasionarán que existieran dos o tres marchas en paralelo y por ende distintas apropiaciones de la figura de la histórica Pelusa. Sus compañeras putas, siempre la recordaban y año tras año llevaban en la memoria su legado.


En 2013 durante el cierre de la Marcha se entregó a la familia una plaqueta recordatoria.

Entre el público sus amigas vitoreaban el nombre de Pelusa, gritaban pidiendo por la “zona roja” y por una sola marcha. Su mamá de pie en el escenario pidió que “siempre acompañen a las chicas” y que la comunidad se una: “ Yo se que Pelusa en este momento está acá, yo pienso que debe estar contenta por todo, pero más estaría si todas, si estuvieran todas juntas, en una sola marcha como ella quería. Pelusa quería que todas estén juntas, unidas en una sola lucha".[9]


Volante producido por la familia Liendro para pedir justicia por Pelusa en las marchas. Archivo Familia Liendro.

*Estudiante de Antropología de la Universidad Nacional de Salta y activista feminista queer. butierrezmarce@gmail.com



Agradezco a Rosalina Liendro, Marcelo Ferreyra y Martín Sanchez por su colaboración en este trabajo.



[1] Las expresiones citadas se encuentran expresadas sin modificaciones, como aparecen en los documentos originales. Se ha respetado el uso de los pronombres expresado por las protagonistas en el momento en que realizaron sus declaraciones.


[2] A, A. “‘No me quiero morir’ dijo Pelusa un poco antes de su fallecimiento a las mujeres que la asistían” en Suplemento Mujer, Nuevo Diario de Salta. Disponible en http://asociacionpensarelgenero.blogspot.com/2008/04/no-me-quiero-morir-dijo-pelusa.html


[3] Brizuela, M. Primera Marcha del Orgullo Gay en Salta [Digital - Fecha de publicación 22/11/2004] Archivos y Colecciones Particulares / CeDInCI ( Serie: Argentina, Subserie: General) Fondo Marcelo Ferreyra.


[4] A,A. “Entrevista a Rosario” [realizada el 22/08/2007] Archivos y Colecciones Particulares / CeDInCI ( Serie: Argentina, Subserie: General) Fondo Marcelo Ferreyra.


[5] Dr. Oscar Pedro Guillén, en la época, Secretario de Justicia y Derechos Humanos de la Provincia de Salta.


[6] El Código de Contravenciones de la Provincia de Salta (Ley N° 7.135) vigente al momento de los hechos contenía dos artículos (114 y 115) que penaban la prostitución, diferenciando entre la prostitución y la prostitución “escandalosa”. También en su artículo 96 condenaba los “atentados a la moral”. Respecto al inciso sobre los procedimientos este código disponía que el Jefe de Policial sería quien juzgue, investigue y acuse en materia contravencional. El Código fue modificado en 2015 por ley N° 7.914, aunque el artículo 114 sigue condenando la oferta sexual en la vía pública.


[7] A,A. “Quién es Pelusa? Dirigenta y activista Trans en Salta, asesinada en el 2006.” disponible en http://contraventora.blogspot.com/2009/01/quin-era-pelusa-dirigenta-trans-en.html


[8] Estadio de fútbol inaugurado en 2001 en ocasión del Mundial de Fútbol Juvenil Sub 20, sobre cuya calle lateral aislada de las zonas residenciales se proponía la disposición de una Zona Roja.


[9] Extraído del Registro audiovisual de la 10° Marcha del Orgullo de Salta, realizado por la Fundación Miguel Ragone. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=QQBF1htQigI



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Cómo citar este trabajo

Butierrez, Marce. Contraventoras del miedo.

Moléculas Malucas, abril de 2020

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