"Nosotras no somos gays, somos maricas"
Moléculas Malucas viajó a Jujuy para entrevistar a Andrés Berón, peluquera histórica del ambiente marica norteño, quien en 1984 junto a un grupo de amigas organizó la mítica murga Arde Paris para presentarse en los carnavales de Ledesma. En su extenso testimonio, con humor, picaresca y relatos sobre la persecución, Berón expone lo que representaba el carnaval para las maricas de la época, un oasis de libertad transformado en un escándalo de lentejuelas y purpurina que irrumpía con potencia revulsiva en un pueblo conservador del norte argentino.
Por Ivana Tintilay*
Por razones que aún desconozco, Ledesma, el pueblo jujeño donde nací y me construí como travesti, siempre estuvo repleto de personas que resultaban un escándalo de perversión frente a la mirada heterosexual. Como todo pueblo, este también tuvo sus mitos que fueron pasando de boca en boca. Así, sus habitantes pudieron inventar una "justificación" para tanta degeneración en una leyenda popular. En ella se decía que en el siglo XIX los anteriores dueños del ingenio local habían establecido un pacto con el diablo para que sus negocios prosperen y que por ello había caído sobre el pueblo una maldición que lo plagó de desviados. Sea como sea, esta condena abominable siempre ha sido para muchas de nosotras un motivo de orgullo.
Fue en mi infancia cuando mis ojos se iluminaron por primera vez al ver desfilar en los corsos a un conjunto de maricas escandalosas cubiertas de lentejuelas en la murga Arde Paris. Nunca voy a olvidar el firme desfilar de la Andrés Berón y sus compañeras en la noche de su debut murguero: "¡Ellas son Arde Paris!", se escuchaba aquel día en la voz del locutor parado en el palco oficial. El público reaccionó con un silencio gélido, pero la Japonesa se animó a dar un pasito adelante enfundada en su apretado vestido de brillos verdes, levantó su mano y comenzó a menear el brazo como si quisiera decirles “acá estamos, existimos, estas somos nosotras”, lo que despertó los aplausos de la multitud.
A lo largo de esta entrevista Andrés nos habla de su difícil adolescencia en la ciudad de Córdoba, de la familia marica que pudo construir más tarde en una academia de peluquería, de su solitaria llegada al norte argentino, y de un sinfín de anécdotas de provincia que nunca encontraron lugar en el relato oficial de la historia de nuestras comunidades. Aquí también Andrés plantea un fuerte cuestionamiento al histórico desprecio y discriminación que desde el propio colectivo se ejerció y se sigue ejerciendo hacia las identidades maricas.
En memoria de tantas compañeras ignoradas, de Marcela la Pinonacho, de la Paco, una luz marica que acompañaba a las putas ruteras y que fue asesinada a la vera del camino; de la Culipato, la Pantera, la Chata, la Pachira, la Richard, la Beto, la Juana Culo, la Ingrid, la Kilómetro y tantas otras a quienes hoy le dedicamos esta entrevista, decimos Prohibido Olvidar.
Andrés, gracias por recibir a Moléculas Malucas y compartir con nosotras tu historia de vida
Tenemos mucha necesidad de que la gente conozca nuestras realidades. Yo quisiera que las cosas que voy a contar se sepan, se publiquen, porque las mariquitas de ahora tienen una falsa idea, una visión errónea de quienes fuimos nosotras. El otro día le decía a una marica joven de Salta que ahora ellas nos consideran viejas y descartables, y que olvidan que fuimos nosotras quienes hachamos las malezas del camino para que ellas lo encuentren allanado. Fuimos echadas de nuestras casas por nuestras propias familias, nos corrían los changos con piedras, la gente se nos reía en la cara, nos perseguía la policía día y noche, nos metían presas por ser quienes somos. Igualmente, a pesar de todo eso, nos divertimos, desfilamos, nos desearon, brillamos, desafiamos...
Ahora que traes a tu familia. Empecemos por ahí...
Yo a los 16 años tuve que irme de mi casa del barrio Yofre, en Córdoba capital, porque me pedían que yo fuera quien no era. Fue durísimo, la pasé mal, sin dinero ni comida, dormía en una plaza. Enseguida apareció un ángel mariquita, muy humilde y humana, la Alejandro, que era de Santiago del Estero y estudiaba medicina en Córdoba y a partir de ahí todo cambió para mí. En el barrio había un pequeño centro comercial con un negocio al lado del otro y yo con un escurridor y agua con detergente me ofrecía para limpiar las vidrieras. Así pude alquilar una piecita en una pensión y empecé a ir de colada a un curso de peluquería en la Federación Cordobesa de Peluqueros y Peinadores. Era una academia enorme donde me hice amigo de cuatro mariquitas. Yo les sacaba los ruleros a una y a otra y me ponía a hacer todo lo que les enseñaban a ellas. La profesora, a quien yo le daría pena, hacía la vista gorda y me siguió enseñando gratis. Ahí conocí también a la Cleo, una marica cordobesa de 94 años tan amorosa que me enternecía muchísimo. Ella me pedía que le tiñera el pelo en un negro total, con flequillo y carré. La Cleo fue quien me enseñó a trucarme y todos los códigos maricas. Un día me recitó un poema de otro autor pero que ella había adaptado a la historia marica. Lo aprendí de memoria, porque de alguna manera entendí que ese era el camino que me tocaría transitar el resto de mi vida.
Es la marica en esta vida,
a quien Dios destinó a sufrir
pues tiene que reír
aunque tenga el alma herida
con su sonrisa fingida,
tiene penas que ocultar
y si la marica pudiera hablar,
y contar sus amarguras,
hasta las almas más duras
podrían con ella llorar
Al ver mi rostro pintado,
todos ríen con placer
sin llegar a comprender
que mi vida es desgraciada
Si largás una carcajada
todas creen que es de alegría
mas no comprenden suerte impía
que cuando más riendo estoy
más está sufriendo el alma mía
Yo me quedé deslumbrada. Es que las maricas nos cagamos de risa de todo, hasta de nuestras desgracias, y transformamos nuestras penas con un halo de humor para salvaguardarnos. Por eso nos caracteriza el humor ácido.
Tus primeros pasos como marica los transitaste en Córdoba entonces...
Bueno con la ayuda de las mariquitas pude terminar el curso y así conseguí trabajo en una peluquería. A los 17 años ya tenía mis amigas maricas y travestis que trabajaban como prostitutas, algo que yo considero muy respetable. La Sisy, la Cindy, la Pestaña y así la masa te llevaba... A mí me gustaba mucho montarme pero no me sentía cómoda trabajando así. Entonces al poco tiempo sentí la necesidad de un cambio y me fui a la casa de mi abuela del corazón, en Güemes, Salta. Cuando llegué me recibió contentísima y me hizo un pedido: “no quiero que nadie del barrio te tenga que señalar o decir cosas sobre vos”. Ahí me di cuenta que le iba a cagar la vida a esta mujer, porque yo ya era putito y no pensaba vivir oprimido para cuidar a nadie. Entonces me fui a Salta capital, que me pareció un lugar horroroso para cualquier marica, luego a San Salvador de Jujuy, que también me pareció horrible, con gente que me miraba mal al pasar cerca mío. Entonces ahí pensé, “yo me voy de acá porque acá voy a morir virgen”, y me fui a San Pedro, también en Jujuy, que me pareció precioso. Al poco tiempo hice 54 kilómetros y llegué acá, a Ledesma.
Contame cómo fue esa llegada a este lugar que elegiste para siempre
Llegué un día previo a la Semana Santa de 1980, era la mañana y estaba muy nublado; en un momento el colectivo paró en las vías del tren y pude ver Ledesma toda alargada, envuelta en un banco de niebla con las dos chimeneas enormes de la fábrica de azúcar y las lucecitas del pueblo encendidas, me sentí frente el Titanic, una imagen hermosa. Y mirá lo que son las cosas que al bajar en la terminal vieja fui a sacar el bolso y enseguida se me acerca una marica, la Miguel Viera, que me dice “¿vos no sos de acá, no?”, le respondí que no, y enseguida me propuso ir a comer unas empanaditas y nos charlamos de todo y qué sé yo. Le conté mi itinerario previo hasta llegar a Ledesma, de los rechazos familiares y otras cosas y me dice “vamos que yo te voy a llevar a la casa de una amiga marica que te va a hospedar”. Y me llevó y me presentó a su amigo Pirulo.
¡Ay la Pirula! Contémosle a la gente sobre ella
Ella fue quien me acompañó desde el principio. Fue una precursora acá en el pueblo, en plena época militar salía a las calles usando zuecos, pantalones de colores, pelo al viento teñido de rubio... Fue una marica que jamás la detuvo nada, no se privó de ir a los boliches, a todos lados, así como era ella. Hubiese sido maravilloso que estuviera aquí en la entrevista... no sabés lo rico que era su anecdotario. Bueno, en cuanto me la presentaron ese día de mi llegada a Ledesma me dijo “sí, te podés quedar”, y me quedé. Él era peluquero también... y nos hicimos grandes amigas, a tal punto que lo fuimos durante 42 años y se me fue hace tres meses... Te imaginás que para mí fue un golpazo, porque ella fue hasta el día de su muerte mi hermana mayor que me cuidaba, que me protegía, que me retaba, que me hacía entender cosas que yo no quería entender. Y bueno, empecé a vivir acá en el pueblo, ella me consiguió trabajo en una peluquería donde duré 3 días porque no soportaba a la dueña. Ahí fue cuando la Pirula me dice, “yo te voy a llevar a hacer permanentes en los lotes”, que eran pequeños barrios de casitas precarias donde vivían los paisanos zafreros que venían de Bolivia para la cosecha de la caña. Entonces fuimos juntas al lote Paulina y golpeamos la puerta de una casa, y cuando se asoma la señora la Pirula le dice “andamos haciendo la base, ¿no le gustaría que se la hagamos señora?” Feliz nos dijo que sí, entonces entramos, saqué todos los bigudíes, los papelitos, y todo lo que Pirula me había prestado, porque yo no tenía nada, y le hice la base y la permanente. Te imaginarás que la vieja quedó encantada. Cuando salió a buscar agua o no sé qué se encontró a otra y le dijo que tenía al peluquero en su casa. El asunto es que ese primer día hice como cinco permanentes. Ahí la Pirula me dice “bueno, ahora ya sabés cómo manejarte sola”, y desde ese día empecé a levantarme a las 7:00 de la mañana, me subía al camión que llevaba gente y me iba a los lotes golpeando de puerta en puerta para ofrecer el servicio. Con el tiempo ya me esperaban y empecé a tener muchísimo trabajo.
En el pueblo sos conocida por haber introducido la moda del brushing
Bueno, pasaron como tres meses de aquel día y en un momento la Pirula me dice que había una chica en el centro que tenía una peluquería y que quería hablar conmigo. Me dijo “vestite bien, arreglate bien y andá a verla a la Norma”. Entonces ahí fui y después de presentarme me pide que le lave la cabeza y le ponga los ruleros. Cuando le digo que yo solo hacía brushing me dice que en este pueblo no se hacía. Entonces yo agarré, la senté y se lo hice y quedó encantada, “empezás a trabajar jueves, viernes y sábado”. Yo era muy jovencito y fui el primero que hizo brushing acá. Al poco tiempo empecé a trabajar todos los días ahí. Así fue como me hice conocido en Ledesma, yo llamaba mucho la atención porque te imaginás, 17 años y el pelo largo hasta la cintura peinada como Farrah Fawcett y con el mismo color de ella...
Pero vos ibas montada por las calles de Ledesma, divina, vestida de mujer
Claro, era medio andrógina, altísima, dormía con los ruleros puestos, pero antes me daba con el cepillo eléctrico para tener el peinado impecable al día siguiente, me maquillaba, me pintaba los labios, me pintaba las pestañas, y todas esas cosas. Entonces, te imaginás el cachetazo que fui yo en ese momento para el pueblo. Un escándalo.
Un atentado a la moral de ese pueblito tan conservador
Para las costumbres del pueblo, y acá era muy difícil...
Vos llegaste en plena dictadura militar, ¿cómo era la sociabilidad marica y travesti que encontraste?
Travestis como se entienden hoy casi no veías. Entre nosotras las del grupo de maricas siempre nos hemos tratado como mujeres, entonces, de repente, uno tenía una vida entre maricas y una vida social con las clientas que te trataban de él, salvo alguna que se hacía más amigota y te trataba en femenino, y así vos tenías que andar transitando en esa ambivalencia. Pero nunca me molestó para nada ni el él, ni el ella... Cuando yo llegué al pueblo, con la Pirula que era más grande que yo, no hacíamos vida social, siempre andábamos orillando digamos, porque hay una realidad, la homosexualidad en ese momento era marginal y por lo tanto éramos muy entendidos por los marginales, por las clases bajas, por las prostitutas, por gente que no tenía tal vez un nivel sociocultural medianamente elevado. Era muy difícil, por ejemplo, entrar a una confitería si querías tomar algo con una amiga, porque no nos atendían. No eran agresivos pero te mostraban rechazo.
Hablemos del Stonewall sudaca jujeño que fue ese acto de resistencia marica en el café Alberdi
Un día, yo llevaría acá dos meses, le dije a la Pirula “vamos a tomar un café al Alberdi”, que quedaba en Belgrano y Victoria, y ella me dice que me olvide porque no nos iban a atender. Pero igual fuimos y nos sentamos. Los mozos pasaban por el costado de nuestra mesa como si fuéramos alambre caído. Pasó un rato largo y fui hasta la barra para hacerle el reclamo al dueño, entonces me dice, “la casa se reserva el derecho de admisión”. Yo era medio pizpireta y peleadora porque venía de Córdoba y le digo “mire, a nosotras nos va a atender, no se puede negar a hacerlo”. Y el tipo me dice “¿y vos quién te pensás que sos puto de mierda?” Imaginate entonces... en la barra había un copón de vidrio gigante lleno de caramelos que de un golpe se lo hice volar hasta hacerlo mil pedazos. “¿Está viendo señor? Este es solo el comienzo, si usted no hace que nos atiendan le voy a tirar cada ladrillo de la confitería por la cabeza. Usted elige”. Divina y firme di media vuelta y volví a la mesa con la Pirula. El mozo por supuesto vino inmediatamente. Pedimos, consumimos, pagamos y nos fuimos. Al otro día me levanté a la mañana y me fui a propósito al café Alberdi. Me senté para desayunar, y a partir de ese día nunca más caímos las dos solas, empezamos a ir todos los putos y así lo seguimos haciendo durante 13 años.
Estaban haciendo militancia en plena dictadura militar en un pueblito conservador del norte del país
En ese momento sí. Jamás permitimos ese maltrato. Pasados los años el lugar cerró y después lo compró la dueña de la farmacia que estaba enfrente, que se cortaba el pelo conmigo.
Se hicieron respetar y se debe haber corrido la bola en el pueblo
Claro, fijate que a partir de ese día ya no nos corrieron de los lugares así nomás, acá todo se sabe al ratito. Pero también hemos pasado momentos divertidos, muy lindos; por ejemplo íbamos a bailar a un boliche que se llamaba Fernando I, que era un sótano, y a otro que se llamaba Olaf. No eran boliches de maricas, porque acá no tenemos la mentalidad que tienen en la ciudad donde existen lo que llaman “boliches gays”. Aparte nosotras no somos gays, somos maricas, a mí no me gusta estar con un chico que te pide el vuelto, no, por favor no, antes muerta. Yo soy marica y me gustan los chongos, en un boliche gay una se caga de hambre.
Contame del escándalo de perversión desviado que encontraste al llegar a Ledesma
Mirá es algo inexplicable, acá parece que hubiera pasado un avión que abrió el fuselaje y largó maricas a montones. Vos levantás una piedra de la vereda y de abajo te sale un puto que te saluda con la manito, es una locura. Acá por supuesto ha habido muchas precursoras antes que nosotras, pero nosotras pudimos ser más caraduras, entonces le dimos lugar a las nuevas generaciones que crecieron internalizando que ya había maricas en el pueblo y por eso les resultó más fácil vivir como tales.
¿Y cómo era el yire?, ¿dónde conocían ustedes a los chongos?
Acá no existen teteras y esas cosas de ciudad. En el caso de mi grupo nos sentábamos en la esquina del conventillo donde yo vivía, y si pasaba un chango que te miraba le hacías una señita para que viniera y te lo volteabas en secreto. Después te pedían por favor que si te lo cruzabas en la calle no lo saludaras. A alguno que otro le respondías que era una pena no poder saludarlo, pero a otros que no te gustaban tanto le decías, “pero chiquito mi amor, si te saludo a vos la que se quema soy yo”, ¿entendés?
¿Se juntaban también en las casas?
Las maricas no podíamos ir a la casa de ninguna porque la mayoría vivía con su familia. Entonces, como te contaba, nos juntábamos en la esquina, íbamos a la Plaza Central, o íbamos a algún lugar medio en la oscuranda, siempre atentas para ver si podíamos levantar algo. De jóvenes éramos cinco amigas entrañables, la Miguel, la Pirula, la Lalo Sandoval, la Ángel Avallay, que era la marica más hermosa de este pueblo, con una cara y una piel que te cortaba la respiración, maravillosa, alta. Salíamos a todos lados juntas.
Ustedes no querían ser mujeres, les gustaba vestirse con ropa ocasional de mujer pero no se autodefinían como travestis
No. Nosotras somos maricas. Ni gays, ni travestis, ni trans. Maricas. Eso no quita que no hayamos tenido grandes amigas y compañeras travestis.
Hablemos de las compañeras travestis amigas de las maricas, ¿cuándo empiezan a aparecer en Ledesma?
Acá en Ledesma la primera travesti que apareció como tal fue la Karina, que era de Fraile Pintado, hermosa, hermosa. Se nos presentó con tetas y con un novio precioso. Al poco tiempo apareció la Sisy, que fue la primera en desfilar en los corsos con nosotras, luego la Teté, después vos... Y más tarde empezaron a aparecer otras más. Hoy en día ya hay muchísimas. Pero en mi época de recién llegada a Ledesma éramos mariquitas que nos vestíamos de mujer, no veías travestis que se autodefinieran como tales.
¿Caían en las razias policiales?
Sí claro. Había razias. A mí al tercer día de llegar a este pueblo me metieron presa cinco horas. Yo iba caminando divina por la calle con mi pelo al viento y de repente oigo “¡policía!” y me tiran contra la pared de un empujón fuerte y ahí nomás me esposaron con las manos en la espalda para llevarme detenida a la comisaría. Cuando yo era pendeja aparentaba más edad de la que tenía, entonces cuando me pidieron los documentos y vieron que yo tenía 17 años, como no me podían meter en el calabozo me preguntaron con quién y dónde vivía. Y me tuvo que ir a retirar la Pirulo. Más adelante empezaron a joderme menos porque yo atendía a la mujer del comisario, pero también a la amante, así que imaginate que no me iban a tratar mal con la información que manejaba...
¿Qué recordás de aquel histórico allanamiento en el que se llevaron presas a muchas de ustedes?
Hemos tenido miles de aventuras con la policía. Una vez, sería 1985 por ahí, hicimos una fiesta en el barrio Santa Rosa en una casa con un tinglado en el fondo que nos había alquilado una familia. Estábamos todas montadas, habían venido maricas desde San Salvador, desde San Pedro, era una romería de putos y chongos, te imaginás... En el mejor momento de la fiesta, ya serían las 3 de la mañana, cayó la policía y el desbande fue total, querían detenernos a todas. Uno de los policías me quiso arrestar montada, y cuando me agarró del brazo, entre los empujones del gentío, quedé en tanga, divina, espléndida. La Miguel Viera se había escondido debajo de una cama que quedó levitando porque la gorda pobrecita se movía. Cuando entró el policía y vio eso se la llevaron arrastrada presa a la marica. La más corajuda de todas, la Pinky, se metió dentro de un horno de barro, ¿cómo entró?, no sabemos, pero entró dentro del horno de barro. Revisaron todo hasta que vaciaron la casa de maricas y nos llevaron a todas presas y nos metieron en la misma celda, éramos como 40, una cosa impresionante. En un momento a la Lalo Sandoval y a mí, que éramos los peluqueros conocidos, a cambio de darnos la libertad nos pidieron que les cortemos el pelo a los canas con unas tijeras de cortar papel. Cuando salimos le digo a la Lalo, “tenemos que ir a comprar empanadas y gaseosas para los putos que quedaron presos porque se van a cagar de hambre...” Fuimos a buscar plata y a encargar empanadas y gaseosas, cuando volvimos divinas con 10 docenas nos enteramos que en el ínterin entre que nos habían soltado y volvimos los putos hicieron flor de quilombo porque nos habían liberado a nosotras. Entonces al entrar nos volvieron a meter presas. Nos largaron a las 7 u 8 de la noche [se ríe].
Contanos de la Miguel Viera
Era un ser único, adorable la gordita. Una atorranta como ella sola, sinvergüenza, de todo. Todo lo peor que vos te puedas imaginar lo tenía esta marica. Pero a pesar de todo eso tenía una gran cualidad que nos enseñó a sus amigas. Vos ibas a su casa a la tarde pero ella tenía un solo saquito de té y un solo pan, y éramos cuatro ponele. Entonces ella metía el saquito de té en la pava, lo hacía hervir para que quedara más té, metía el poco de azúcar que tenía y se le endulzaba a todas por igual y luego cortaba el pan en cuatro para repartir una rebanadita para cada una. Entonces la gorda nos enseñó, dentro de sus limitaciones, lo que era ser solidaria, el no ser mezquinas entre nosotras, el ser agradecidas y un montón de otras cosas más. Era tan querible y tan buena, que vos le perdonabas hasta la peor pelotudez que te hacía la gorda, porque no te podías enojar, no te podías enojar con la gorda. Fue la primera marica que conocí al llegar a Ledesma, la extraño muchísimo.
Volvamos al principio. Vos llegás a Ledesma, la Miguel te presenta a la Pirula y a los pocos días te mudás al conventillo de Doña Berna, una gran protectora de las maricas del pueblo, ¿qué recuerdos guardás de ella?
Viví 5 años en su conventillo, es el lugar al cual me mudé a los 15 días de haber llegado a Ledesma. Doña Berna fue como una madre para nosotras, una mujer que me amaba tanto que jamás me trató como hombre, murió diciéndome Andreíta [se emociona]. Era un ser de luz, una persona humilde, con escasos recursos culturales y con un corazón inmenso. Nos cuidaba a todas como hijas, en su conventillo vivían prostitutas, maricas, lesbianas y también matrimonios heterosexuales con hijos. Pero viste como somos las maricas, las chicas a veces caían con 10 chongos o más y ahí ella las amenazaba con correrlas, las tenía bien cortitas, aunque se ha bancado cada una que ni te cuento pobre Doña Berna. Cuando caía la policía, ahí ella salía a hacerles frente para defendernos como nadie lo hacía. Por eso nos sentíamos seguras ahí, porque ella era nuestra familia. Todos los 6 de agosto se realizaba la fiesta de la Independencia de Bolivia en la Sociedad Boliviana de Ledesma. Un día me pidió que la acompañara, que ella me invitaba. Yo le dije que aceptaba pero solamente si iba vestida de chola, entonces ella me prestó su traje de terciopelo diamante negro que usaba cuando era jovencita, me hizo las trenzas con sus pompones y yo caí montadísima de chola a la fiesta con ella, su marido e hijos. Nadie se atrevió a decir nada, ella era una señora que imponía respeto y era muy querida por la comunidad boliviana. El marido me sacó a bailar y baile toda la noche como una loca. Después de haber vivido 5 años en su casa, me mudé a vivir sola, fue un duelo terrible, las dos lloramos como locas el día de mi partida. Hoy soy padrino de confirmación de los nietos, que me dicen madrina. Y desde su casa, que puede decirse que fue un hogar histórico para las maricas, partimos por primera vez hacia los corsos con nuestra murga Arde Paris.
Hablemos de Arde París, de los corsos, de la murga
Bueno, cuando en 1984 llegaron los carnavales a Ledesma la Pirulo me dice de sumarnos a los corsos. Hablamos con las maricas amigas y les propusimos montarnos para salir a desfilar. Éramos un grupito de no más de 10 y teníamos que elegir un nombre, entonces yo propuse “Arde Paris”, que era una película de la época, y todas estuvieron de acuerdo. Las primeras en desfilar fuimos la Pirula, la Beto, la Sisy, la Ángel Avallay, que estaba terminando el servicio militar, la Humberto, la Lito, la Japonesa, la Jacinta y la Juana. Todas eran maricas en ese momento. Como te dije, yo vivía en el conventillo de Doña Berna en ese momento y le dije “ay Doña Berna, nosotras nos tenemos que vestir para el carnaval, pero somos solo tres o cuatro, nada más, no se preocupe”. Cuando me dio permiso te imaginarás, cantidades de putos que entraban y subían y bajaban. Así fue como salimos por primera vez al corso desde el conventillo de Doña Berna pobrecita, todas montadísimas. Cuando llegamos a la avenida Hipólito Yrigoyen, nos pusimos a desfilar divinas, maravillosas con la música que ponían ahí arriba, sin cartel ni nada, nos largamos solas, así nomás, con antifaces. Todo venía sin inconvenientes, la gente miraba asombrada y aplaudía, algunos se burlaban y otros decían que estábamos lindísimas y todas esas cosas. Pero cuando llegábamos a la punta del corso ahí nos estaban esperando grupos de changos para tirarnos piedras. Nos hubieses visto a las maricas correr... nos cagaron a piedrazos, horrible. Y bueno, así estuvimos toda la noche, bailando por momentos y corriendo cuando llegábamos a la otra punta donde nos agredían.
¿Por qué tenían que salir con la cara cubierta?
Eso solo fue al principio. Las chicas vivían con sus familias y debían cuidarse de las represalias que podían tomar contra ellas en sus casas. La policía en el carnaval no nos molestaba porque se armaba, ahí nos íbamos a bancar cualquier cosa y ellos lo sabían. No éramos sumisas, nosotras discutíamos, peleábamos, pero tratábamos de evitar que nos llevaran presas, porque ahí nomás sacaban los garrotes y no éramos boludas tampoco, no íbamos a hacer quilombo al pedo, pero que discutíamos, discutíamos a morir. El corso duraba 4 noches, y al día siguiente de nuestro debut, aun sabiendo a lo que nos exponíamos, decidimos volver. Nos presentamos todas las noches, aunque hubiera pedrada nosotras salíamos lo mismo. Solo nos faltaban las plumas, estábamos como locas, desesperadas porque no se conseguían y como todo puto moríamos por tener una boa de plumas... Bueno, nos terminaron dando el primer premio solo porque éramos la única murga. En el corso del año siguiente, en la avenida Libertad, decidimos que íbamos a salir más preparadas... Yo me hice el traje de la Carmen Miranda con la frutera en la cabeza y todas esas cosas. El recorrido terminaba en los baños públicos y los changos otra vez nos estaban esperando, esta vez con tachos repletos de pintura al aceite. Terrible, terminamos todas manchadas y cuando llegamos a la casa dijimos “¿y ahora qué hacemos?” A mi frutera que era enorme de grande no podíamos sacarle el aceite. Con los pedazos de tela desarmamos todo y nos pusimos a coser a mano así a las apuradas, y la segunda noche igual salimos divinas pero con pedazos de los mismos trajes, sin la pintura, mucho más achicados. Y los changos nos siguieron corriendo a los piedrazos.
¿La policía no intervenía?
Ni de casualidad. Y el público, como te digo, a algunos les encantaba, otros se reían, viste cómo se pone de nerviosa la gente con los putos, se burlaban de nosotros y unas pocas gritaban “¡viva, viva, viva!”, pero esas eran todas nuestras amigas.
La hinchada marica... ¿Y cómo era la expectativa que tenían ustedes como grupo? ¿qué esperaban antes de salir a desfilar?
Nosotras como todas queríamos la aceptación y poder ganarnos un lugarcito para no ser solamente el adornito pintoresco de puto del pueblo. Queríamos también que se admirara nuestra belleza, nuestro talento, nuestro arte. Una forma de decir “aquí estamos”, porque estábamos ¿entendés?, éramos, existíamos. Después de ese segundo año que nos corretearon tanto y nos mancharon con pintura de esa forma tan violenta se nos hizo complicado presentarnos al año siguiente y por eso decidimos no salir más en Ledesma.
Pasaron dos años hasta que las llamaron de un pueblo vecino
Sí, fueron dos años que salimos con Arde París. Después nos vinieron a buscar de la municipalidad de San Pedro para invitarnos a participar del corso del lugar. Era un día miércoles y el corso se largaba el viernes, no teníamos nada pero nada, entonces respondimos que aceptábamos pero que íbamos a entrar el sábado. No dormimos por tres noches, nos pusimos a armar todo con cartones, con hojas de plantas, con aerosol, y nos hicimos pelucas con los materiales de los arbolitos de navidad que los hicimos mierda. No podíamos coser las mallas porque no había tiempo, entonces las pegábamos con Poxi-ran. Cuando llegó el sábado fuimos a la ruta para esperar el transporte que nos habían prometido para llevarnos y traernos, y también el sándwich y la gaseosa. Ese era el premio que teníamos nosotras, pero a nosotros los maricones qué nos importaba. Bueno, estuvimos esperando a que pase un colectivo o algo así, y al rato vemos que frena al lado nuestro el camión de la basura. Ese camión había recogido la basura a la mañana, después lo vaciaron en el canchón, lo secaron y lo mandaron a Ledesma para que nos traslade a nosotras a San Pedro. Te imaginás las maricas arriba del camión de basura en una ruta con 54 kilómetros de pozos. Así fuimos viajando a los saltos, llegamos hechas pedazos los putos a San Pedro. Nos empezamos a maquillar, nos arreglamos y salimos al corso. Cuando nos vio la gente la primera noche se enloquecieron con nosotras, pero no te das una idea cómo... La municipalidad nos puso la orquesta, la música, todas esas cosas. Era un circuito que pasaba por el centro y daba vueltas por el edificio de la municipalidad, por la plaza, por la puerta de la iglesia... Esa noche nos volvimos a Ledesma en el mismo camión de la basura y al otro día fuimos a esperarlo nuevamente. La segunda noche en el corso ya nos esperaba una multitud de gente que nos aplaudía, nos tiraba besos, nos convidaban cerveza y que esto y que aquello... No te imaginás los chongos cuando llegamos al final de las 16 cuadras del corso, éramos la miel y las moscas, un éxito total.
¿Cómo explicás la diferencia en la receptividad entre el público de Ledesma y de San Pedro?
Lo que pasa es que acá en Ledesma hay mucha comunidad aborigen, mucho más cerrados, más conservadores, era complicado; en cambio en San Pedro era gente más abierta... y había de todo, estaba lleno de tortas, varones trans, travestis y maricas, un escándalo de desviados. Ese año, en la noche del cierre, nos entregan una mención por participar, y al año siguiente, atrevidas, nos vamos a inscribir para estar otra vez. Arde París, no había tenido un buen final en Ledesma y nos parecía que el nombre era mufa. Entonces, la Miguel propuso “Maracangala ”, que no tengo ni la menor idea de dónde sale la palabra pero es como “marica”, y nos inscribimos así.
¿Las acompañaba una orquesta?
Sí, tuvimos que buscarla. Y lo hicimos hasta que encontramos a uno que siempre había tocado la trompeta pero que ya se le habían caído los dientes de adelante. Tenía todos los instrumentos, tenía los vagos para que toquen, todas esas cosas pero a él le faltaba la dentadura pobrecito. Así que, entre la Pirula y yo, que éramos como las más pudientes y estábamos calientes por salir, lo llevamos al mecánico dental y le compramos la prótesis para que pueda tocar. Eso ya sería el 86 y estábamos más profesionalizadas, con más integrantes que empezaron a sumarse, había travestis, prostitutas y cabareteras también, no solo maricas... Estaba la Kirka, la Yayita, estaba la Silvia Canciani, llegamos a ser casi 40 entre maricas y travestis. Venían de Salta, de San Salvador, de todos lados. Bueno, el asunto es que el segundo año nos esperaba una multitud aun mayor, y al finalizar nuestra pasada la gente se iba del corso, no les interesaba ver al resto de la murga, solo iban por nosotras. A partir de ahí, los organizadores decidieron que Maracangala salía a las 3 de la mañana para cerrar el corso porque de lo contrario se les vaciaba en la mitad. Ahí cerrábamos y la multitud venía por atrás caminando, como protegiéndonos, y nosotros pasábamos por las confiterías, nos subían a las mesas para que bailáramos en las mesas, ay, no, no, no, era una cosa....
Lo que no se puede creer es que en un pueblito del norte hubiera tanta libertad, tanto escándalo y degeneramiento, cosa que no ocurría en las grandes capitales de provincia
Sí, y nosotras éramos consideradas como, no sé... Esos días de corso vos eras como Lady Di. Era tanta la demanda por nuestros cuerpos maravillosos que se contorneaban mariconeando en el corso que salíamos y dábamos número a los changos para que vayan pasando, porque si no era un descontrol. El segundo año ya nos daban hospedaje y nos alojaron en la sede política del partido reinante de San Pedro.
Contáme más lo de los numeritos a los chongos
Claro, para que pudieran estar con nosotras dábamos número, teníamos el cartoncito con los numeritos de color verde y dábamos uno por chongo. Entonces yo salía a la puerta y decía “el 13”, y entraba el chongo, cogía y se iba, después salía y decía “el 14”, y así iban pasando. Ese era nuestro merecido final del corso. Al otro día dormíamos hasta las 2 de la tarde, nos levantábamos, tomábamos té y empezábamos a maquillarnos para ir al corso frescas como una pinturita. Terminábamos, y otra vez la misma cantarella.
Un escándalo este fenómeno, este oasis de libertad
Si, por ejemplo el club atlético San Pedro traía las orquestas para el baile y nos invitaban, nos regalaban la bebida, todo, y anunciaban por ejemplo “hoy canta Adrián y los Dados Negros con la participación de todas las chicas del Maracangala”. Entonces éramos un enganche que convocaba a un montón de gente, y cuando empezaba a actuar Adrián nos subíamos nosotras al escenario montadas, pero con otro vestuario. Salíamos en los diarios, en la televisión, en todas partes. Bueno, aparte yo era una atrevida a más no poder, te imaginás, yo era la que salía primero, salía el cartel y ahí estaba yo. Fueron muchísimos haciendo Maracangala hasta que murió la Miguel en 2010 y ahí se terminó todo.
¿Recordás cómo fue la fiesta de la elección de la marica en Jujuy?
Resulta que en ese momento se hablaba de que en Buenos Aires iban a elegir a Miss Marica o Miss Travesti, entonces nosotros éramos las representantes de Jujuy. Para eso la Pepona organizó la elección de la marica en la provincia para que la ganadora represente a Jujuy en la elección en Buenos Aires. Se hizo en el Carmen, un pueblito, porque vos sabés que cuando eran las fiestas importantes que realizaba la Pepona se movilizaba toda la comunidad gay para hacerse los vestidos y los preparativos, pero la policía te perseguía por todos lados, te la hacía difícil. Entonces la Pepona muy viva te invitaba con la tarjeta con una dirección impresa pero aparte te daba otro papelito escrito con la dirección verdadera. Ahí la policía controlaba el lugar con la dirección impresa que era en San Salvador pero la fiesta se hacía en Perico por ejemplo. Bueno, el asunto es que de esa forma hicimos la elección de la reina. Segunda princesa salió la Raúl, de San Pedro, primera princesa salí yo, y como reina salió elegida Andrea, una travesti bien bajita pero mona. Entonces te imaginás que se armó flor de despelote porque las maricas empezaron con que la otra era petisa y decían que tendría que haber sido yo [se ríe].
Hablemos un poco sobre la Pepona
Ella era un ser de luz, maravillosa, una persona que te enamorabas de su personalidad, y una institución a nivel nacional. Nunca militó en ninguna agrupación pero era muy aguerrida, enfrentaba a la policía, agrupaba a las chicas, era muy emprendedora en San Salvador y conocida en toda la provincia, en todo el país te diría. Ella fue la impulsora y organizadora de la primera fiesta del orgullo en Jujuy. Cuando yo estaba viviendo en Buenos Aires me llama una marica por teléfono y me dice que la Pepona estaba internada con cáncer de colon. Entonces empiezo a visitarla todos los días. Cuando le dieron el alta me la llevé conmigo a casa a vivir para cuidarla y estar cerca de ella. Estaba hecha una piltrafa pobrecita, no podía caminar del dolor que tenía. Yo en ese momento vivía en un departamentito en Agüero entre French y Juncal. Y desde ese día la Pepona vivió conmigo hasta que murió. En su cumpleaños 49 le hicieron un locro maravilloso en la casa de unos amigos suyos y falleció a la semana.
Contanos del episodio en 1996 cuando irrumpieron en el Primer Encuentro Lésbico, Gay,
Travesti, Transexual, Transgénero de Rosario
En el 96 hicieron ese congreso de gays, lesbianas, travestis y qué sé yo cuanto en Rosario. Fuimos con la Pepona y entonces todos expusieron esas cosas de siempre... Estaba el chico ese que murió, Jáuregui. En el inicio del encuentro, la Pepona subió para recitar un poema donde no decía la palabra "gay", decía "homosexual". Bueno, entonces cuando ya estaba casi por terminar el encuentro, en una reunión de los grupos, nosotras levantamos la mano para hablar. Ahí expusimos que no nos sentíamos identificados con la sigla esa que tenía el colectivo, que nosotras no éramos lesbianas, no éramos gays, no éramos travestis, no éramos transexuales, y que queríamos que incluyan dentro de esa sigla la letra M, que queríamos que la metan porque nosotros éramos maricas. Pero no hubo forma.
La Pepona recita un poema durante la Plenaria de inicio del encuentro del Primer Encuentro Lésbico, Gay, Travesti, Transexual, Transgénero de Rosario, en 1996. Fuente: Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.
¿Qué les respondieron?
Que estábamos equivocados, que nosotros pertenecíamos al colectivo gay. Y nosotras les decíamos que no éramos gays, porque los gay se acuestan con otros gays y nosotras con chongos, que los gays forman pareja con otros gay y a nosotros nos gustan los machos, que somos maricas que nos vestimos de mujer para una fiesta o para el carnaval porque se nos canta el culo, y que durante el día nos vestíamos de lo que sea que tengamos ganas de vestirnos en ese momento. También dijimos que no somos travestis y que no nos identificamos con la cultura gay ni con lo que sienten o hacen los gays varoniles. Entonces nosotras pedíamos que se contemple nuestra realidad, que nos incluyan desde la M, que nuestra identidad marica sea reconocida. Pero te digo, no hubo forma, el Jáuregui era maravillosamente atento, todo un lord inglés, pero no. De a poco, cuando ya empezamos a ponernos pesadas con el tema de que queríamos que fuera LGTTM no nos pegó el voleo en el orto de casualidad, y nos agradecieron amablemente y todas esas cosas, y nos bajaron así medio nerviosos. Nosotras decíamos a todo el mundo ahí que nos estaban discriminando pero, lo peor, desde el propio colectivo. ¿Creés que les importó algo? Nada. Somos y éramos maricas orgullosas de serlo. Pero la M nunca estuvo y sigue siendo una deuda con nosotras, porque jamás estuvimos contempladas.
¿Tenés la esperanza de que eso ocurra algún día?
La verdad... ¿qué podés esperar de las maricas jovencitas de ahora que están el día entero mirando y mirándose en el teléfono? No les interesa nada de nosotras. Y la maricas viejas ya estamos viejas. Mirá, esto es algo que me pone muy mal, con la Pepona no paramos de luchar por ese tema. A todos lados donde íbamos reclamábamos nuestra identidad marica. No lo pudimos lograr nunca, nunca, nunca. Yo sentí varias veces dentro de la comunidad LGBT la molestia por la palabra marica y por la palabra puto. Yo era visceral, yo quería ser marica toda la vida.
Terrible sentirte excluida por la familia, perseguida por la policía, y rechazada dentro de nuestras propias comunidades
Claro, nosotras hemos hecho muchas cosas, medio calladas, medio a los ponchazos, desorganizadas, sin la plata ni todas esas cosas que tienen las agrupaciones LGBT de las ciudades, pero lo hemos hecho de corazón. Muchos gays, por ejemplo, cuando nos ven a nosotros dicen “¡ay, es una pobre marica!”, pero esa pobre marica es la que te abrió el camino para que vos hoy seas un “gay” respetado, se bancó los insultos, los agravios. A nosotros nos ha corrido la policía, nos han corrido de nuestras familias. Entonces, creo que sería reivindicar nuestra condición, algo que nos está faltando a las viejas que hoy tenemos más de 50 años, ese reconocimiento que parece una estupidez pero que no es tan estúpido cuando vos ves que todos los otros fueron contemplados, pero las maricas nunca. Entonces, es como que nos ningunearon siempre, desde los comienzos del colectivo nos ningunearon siempre...
¿Cómo es el trato hoy acá en Ledesma con las compañeras travestis y maricas?
La gente nos respeta, es receptiva, la policía no nos persigue. Tampoco a las trabajadoras sexuales. Ya no es lo mismo que antes, cambió como en todo el país.
Querida, ¿hay algo con lo que te gustaría cerrar este viaje a tus recuerdos?
Yo ahora estoy más quietita porque tengo una afección motriz y algunos años que pesan, pero yo era terrible, no me paraba nada ni nadie. Pero bueno, la vida te va presentando otras cosas... y ahora lo que sí realmente me gustaría, personalmente... Mirá, lo mismo que te conté antes, aunque perdimos las esperanzas, me encantaría no morirme dentro de este país sin que antes me hayan incluido la M donde corresponde, porque de verdad... nunca me entrevistaron, y ustedes se vinieron hasta acá... Si esto lo leen... quien sabe... Sería una cosa muy buena que en Buenos Aires que tienen todas esas posibilidades y todas esas armas como esta Moléculas Malucas de la que vos sos parte, que me vinieron a ver hasta Jujuy para hacer llegar nuestra voz a los otros, que traten de incluirnos. A nosotras, a las que estamos vivas y a las que se nos fueron, nos hubiera encantado nacer con las libertades de ahora, nos costó mucho esfuerzo, mucho tiempo lograr el respeto de la gente, hemos perdido a muchas amigas en el camino, y nuestras familias, la policía y la sociedad nos hirieron la vida a cuadritos, por ignorancia, por intolerancia y necedad y sufrimos todos los agravios con el orgullo de sentirnos primordialmente personas, con nuestros defectos y virtudes, errores y aciertos, pero orgullosas del sentir MARICA. Todavía hay gente que necesita ayuda, chicas que no tuvieron la suerte que tuvieron muchas otras. Y están nuestras viejas maricas que ya casi en el ocaso de sus vidas ven con tristeza la indiferencia con la que somos tratadas por peinar canas y mostrar arrugas en el rostro, pero esas canas son la experiencia y nuestras arrugas son de lucha y de la alegría de ser lo que somos, maricas hasta nuestro último suspiro. Yo me pongo así porque esto me hace muy mal. A ver si alguna se anima y toma nuestro reclamo, nuestro pedido de que nos reconozcan como maricas y como precursoras de la lucha por la libertad de ser una persona con su identidad definida y obviamente el orgullo de llamarnos MARICAS .
*Ivana Tintilay es trabajadora sexual y archivista.
Agradecimientos
Moléculas Malucas e Ivana Tintilay agradecen a Andrés Berón, Sol Orellana, Carlota Gaviña, Alfredo y la Yoly, y Mario y Mercedes Sejas.
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Cómo citar esta entrevista
Tintilay, Ivana. Arde Jujuy. "Nosotras no somos gays, somos maricas". Entrevista a Andrés Berón.
Moléculas Malucas, agosto de 2022.
https://www.moleculasmalucas.com/post/arde-jujuy